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Expertos alertan sobre automedicación y presión académica en jóvenes universitarios


Los datos apuntan a una creciente búsqueda de alivio rápido frente al estrés, sin acompañamiento profesional oportuno.

LUNES, 1 DE DICIEMBRE DE 2025
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Publicado por

Jennifer Díaz



El Tercer Estudio de Consumo de Drogas en Educación Superior (SENDA 2025) reveló una disminución general en el uso de sustancias entre estudiantes, pero un preocupante aumento del consumo intensivo, especialmente de alcohol, junto con el uso de medicamentos sin prescripción. Para la terapeuta ocupacional y académica de la Universidad de O’Higgins (UOH), Ana María Aros, estos datos deben interpretarse como un reflejo del malestar emocional que atraviesa al alumnado.

Según el informe, un 42,3% de los estudiantes consumió alcohol en el último mes y el 60,9% reportó haber estado ebrio al menos una vez. También se detectó automedicación con tranquilizantes (5,7%), analgésicos (3,3%) y estimulantes (1,7%), además de un aumento en el uso de drogas sintéticas cercano al 2%. Frente a ello, Aros sostiene que el problema va más allá de comportamientos recreativos:
“La presión académica, la ansiedad por el rendimiento y la incertidumbre sobre el futuro son parte de un proceso vital que hoy se vive con mucha más intensidad. Muchos estudiantes usan sustancias para regular emociones difíciles que no saben cómo gestionar”, explica.

La docente destaca que el contexto postpandemia sigue influyendo en la salud socioemocional de los jóvenes. “El retorno a la presencialidad dejó en evidencia brechas en habilidades sociales y dificultades para construir vínculos. Un grupo importante de estudiantes creció en contexto de aislamiento y esto incidió en la forma en que enfrentan el estrés y la presión universitaria”, afirma.

A ello se suma la normalización de la embriaguez como parte de la cultura universitaria. “Existe una cultura donde el carrete y el exceso se interpretan como algo natural. Mientras eso siga siendo un ritual de integración, será difícil que los estudiantes busquen ayuda o perciban el riesgo”, advierte.

Automedicación: una alerta silenciosa

El estudio también muestra un incremento en el uso de medicamentos sin receta, lo que para la especialista constituye una señal crítica. “Hay estudiantes que toman ansiolíticos para dormir, estimulantes para rendir más o analgésicos para seguir el ritmo. Esto refleja desconocimiento de los riesgos y también dificultades para acceder oportunamente a atención en salud mental”, sostiene Aros.
Advierte que estas prácticas pueden generar dependencia y afectar funciones cognitivas como memoria y concentración, además de potenciar cuadros de ansiedad y depresión.

La académica enfatiza la necesidad de estrategias preventivas integrales: “No basta con decir que una sustancia es peligrosa. La prevención debe ayudar a los estudiantes a identificar emociones, pedir ayuda, regular el estrés y reconocer que no necesitan medicarse o embriagarse para pertenecer o rendir”, señala.

Además, recalca la importancia de espacios de conversación, atención psicológica oportuna y acompañamiento entre pares. “La comunidad universitaria se convierte en un factor protector cuando el bienestar y el cuidado son parte de la cultura institucional, no solo campañas esporádicas”, añade.

Finalmente, Aros subraya que el fenómeno debe abordarse de manera transversal: “El consumo intensivo y la automedicación no son conductas aisladas, sino señales de un malestar emocional profundo que debemos atender con empatía y evidencia”.
Agrega que la solución requiere la participación de docentes, unidades académicas y redes de acompañamiento: “Como instituciones formamos profesionales, pero también acompañamos personas en una etapa vulnerable de la vida. No podemos desatender lo que ocurre emocionalmente en ese proceso”, concluye.


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