El equipo de Gimnasia Varones Rancagua (Gimvar) celebró un importante logro el sábado 4 de octubre, luego de que cuatro de sus deportistas aseguraran su clasificación al Campeonato Sudamericano de Gimnasia Artística que se disputará en Medellín en 2025. Se trata de Agustín Espinoza Zavalla (nivel juvenil), Maximiliano Ibarra Santander y Eduard Schmittner Alarcón (nivel prejuvenil), y Elías Araya Escobar (nivel infantil), quienes destacaron en el segundo control clasificatorio nacional realizado en Santiago.
Agustín, acompañado de su padre y entrenador, Óscar Espinoza, conversó en el programa Código Deportivo sobre su experiencia en la competencia y los preparativos para la cita internacional.
“Este año no ha sido fácil, pero gracias a Dios conseguí otro logro más para mi carrera”, dijo Agustín. “Más que pensar en los rivales, fue centrarme en mi propia cabeza, pero ahí, entregando todo día a día fue pasando, fui retomando la confianza… Igual tuve alguna lesión, pero lo llevamos bien”, relató sobre el proceso que lo llevó a conseguir la clasificación.
Entrenamientos intensivos y sacrificio personal
Agustín compite en nivel juvenil y su rutina semanal incluye doble jornada de entrenamientos. “Entrenamos todos los días en la tarde, de 4 a 7, tres o cuatro horas diarias, y en la mañana dos o tres veces a la semana. Si sacamos la cuenta, estamos hablando de 36 horas semanales”, explicó Óscar.
Este nivel de exigencia comienza desde edades tempranas. “Esta no es una disciplina como cualquier otra. Aquí los niños empiezan desde los cuatro o cinco años, muy pequeños, inculcándoles disciplina, responsabilidad y trabajo físico. Si van avanzando y tienen condiciones, pasan a entrenar más horas y se integran a los grupos avanzados”, detalló.
Agustín lleva años entrenando en el Gimvar y en 2023 fue campeón sudamericano con seis medallas —cuatro de oro, una de plata y una de bronce—. Su calendario para los próximos años incluye el Sudamericano 2025, los Juegos Soberanos Junior 2026, los Juegos Bolivarianos 2026 y los Panamericanos 2027, con la meta puesta en Los Ángeles 2028.
“Mi primera opción es irme a estudiar y competir en Estados Unidos. De pequeño he soñado competir allá… y si no, seguir entrenando acá. Mi meta más próxima es Los Ángeles 2028”, afirmó.
Brecha con Santiago y falta de apoyo estructural
Uno de los grandes desafíos para el club es entrenar desde regiones. “En Rancagua no tenemos todos los aparatos e implementos en condiciones, todo lo que tienen en Santiago. Por eso tenemos que viajar dos o tres veces a la semana al CAR o al CEO”, explicó Óscar. “Es una falencia que tenemos como país: centralizar todo el deporte de alto rendimiento en Santiago”.
La diferencia también se nota al competir fuera del país. “Cuando fuimos al Pacific Ring el año pasado, la delegación de Estados Unidos tenía cuatro gimnastas y 12 personas más: kinesiólogo, traumatólogo, fisioterapeuta, un equipo multidisciplinario. Nosotros éramos tres: Agustín, un juez y yo. Ahí se nota al tiro la diferencia”, recordó.
Trabajo formativo y financiamiento familiar
El club entrena en el gimnasio CER de Rancagua y mantiene abiertas sus puertas para niños y niñas desde los cuatro años. “Todos los niños de 4 años en adelante están invitados a hacer una prueba. Si el papá o la mamá ve que el niño tiene condiciones, nosotros lo vamos a integrar a nuestro club”, comentó Óscar. “Hay muchos casos de niños hiperactivos que acá canalizan su energía con la gimnasia, y eso cambia completamente su desarrollo”, añadió.
Pese a los buenos resultados, gran parte del financiamiento sigue recayendo en las familias. “Algunas categorías no reciben plata de ninguna entidad. Los pasajes, la alimentación, la estadía, la inscripción al torneo, todo debe ser costeado por las familias”, explicó el entrenador.
Por eso, extendió un llamado: “Si hay algún auspiciador, alguna empresa que nos quiera cooperar, estamos dispuestos y los vamos a recibir también con los brazos abiertos. Lo que más se necesita en estas etapas de preparación es apoyo, y a veces no contamos con ese apoyo económico ni con implementación digna para que los niños puedan entrenar”.
Un proceso que también forma personas
Pese a todo, Agustín tiene claro lo que significa este camino. “Es bastante sacrificado, pero se disfruta del proceso. Es muy bonito, ayuda a crecer como persona, es algo que día a día se va construyendo: disfrutar, ser feliz, amar lo que uno hace y nunca desistir”, expresó.