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Editorial

¿De verdad nos importa?

JUEVES, 25 DE JULIO DE 2024
Publicado por

David Pellizzari



Hace algunos días el gobernador regional Pablo Silva Amaya llamó la atención en redes sociales luego de un comentario de pésimo gusto en un acto realizado en la comuna de Coinco, el video que lo contenía se viralizó pronto, y además de muchos comentarios desaprobando las palabras de Silva y alguna declaración de una federación estudiantil, el tema simplemente pasó casi desapercibido.

Muchos lo consideraron sólo un comentario desafortunado, así incluso lo titularon algunos medios… Mea Culpa dicho sea de paso… una mala broma, una simple desubicación, sin embargo, poner en duda en público la condición de señoritas de mujeres, en este caso concejalas de una comuna, no parece sólo un descuido, o una mala elección de palabras, es más que eso, refleja una cultura que normaliza denostar a las mujeres, demuestra un profundo desprecio por su dignidad y una absoluta incomprensión de lo que la igualdad de género significa. ¿Habría hecho un comentario similar sobre concejales hombres el gobernador? tal vez una broma pesada entre hombres en otro ambiente sería “aceptable”, pero no en un acto oficial, y ¿A una o varias mujeres y en público? jamás.

El problema mayor no son las palabras de Silva Amaya, sino la reacción de la comunidad, de una sociedad que, en apariencia, ha cambiado, que se supone ha asumido la inclusión y la igualdad de género como un imperativo ético, pero que, en rigor, no hace nada para combatir efectivamente la normalización del abuso y la violencia de comentarios como ese.

¿se trata de un problema legal?, ¿Las instituciones creadas al efecto son ineficientes o incapaces de abordar la temática? Nuestra cultura legalista probablemente hará que muchos parlamentarios busquen nuevas normas o modificar las existentes y escucharemos discursos sobre Partidos y gobiernos feministas (pero que cada vez que están en problemas hacen pagar a las mujeres los platos rotos), y seguiremos esperando que la Ley o el Estado “se hagan cargo”.

Pero la responsabilidad no es del ordenamiento jurídico o el Estado, es de la sociedad, de las personas que viralizan un video y hacen comentarios que no significan nada, que no se traducen en conductas acordes a esos comentarios, de una sociedad hipócrita y cobarde dispuesta a rasgar vestiduras en aras de lo políticamente correcto cuando las cámaras o las redes sociales están atentas, pero que en verdad no le importa ni la dignidad ni los Derechos de las mujeres, de medios que sólo abordan el tema por morbo o conveniencia pero con poca o nula convicción.

¿De verdad nos importa?


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