Los días que corren nos muestran una inquietante crisis de probidad en el Poder Judicial. Fueron destituidos por el Congreso los Ministros de la Corte Suprema señora Vivanco y señor Muñoz, y el Ministro señor Matus escapó a la expulsión por no haberse reunido el quórum exigido. Posteriormente, han sido destituidos dos Ministros de la Corte de Apelaciones de Santiago, y hoy, se encuentra en tela de juicio el Ministro de la Corte Suprema, señor Simpertegui. La credibilidad en la judicatura se encuentra en los más bajos niveles.
Me parece que, antes que una crisis en las designaciones, hay una crisis moral, fruto de la cultura woke que se ha introducido en nuestro país y que ha carcomido valores y principios.
Es enteramente inaceptable que jueces de la República emitan opiniones políticas por redes sociales, en las cuales ponen en duda la validez de nuestro Ordenamiento y la aplicación de los derechos humanos, generando la odiosa puerta giratoria.
Los jueces de la República deben abstenerse de opinar públicamente sobre temas políticos y judiciales durante su desempeño, debe prohibírseles, porque tales desafortunados comentarios generan dudas acerca de su objetividad y generan la impresión de que se someten a ideologías antes que al derecho. Si los uniformados tienen prohibición de dar tales opiniones, ¿por qué se le permite a los jueces? Una segunda causa es la participación de la clase política en su designación, generando odiosidades y discriminaciones. Los nombramientos de los supremos a través del Senado, parece un cuoteo de cargos, sin consideración al talento o a la capacidad de quienes son nombrados, con honrosas excepciones.
Los Ministros de la Corte Suprema deberían reunir elevados requisitos: exigírseles ser doctores en derecho, autores de tratados de derecho, ser profesores de universidades calificadas, tener entera prescindencia política. De entre estos respetados profesionales deberían ser designados los Ministros de la Corte Suprema, por concurso público.
La carrera de los jueces debería entenderse que llega hasta la Corte de Apelaciones, por estricta antigüedad, si queda una vacante, se proveería automáticamente con el primero que se encuentra en el escalafón siguiente, para evitar los actuales concursos en que privilegiados se saltan la antigüedad de otros jueces, que resultan postergados.
Hay mucho paño que cortar en esta vital tarea: reconstituir el Poder Judicial, con nuevas y claras normas, y con entera ausencia de la participación política.






