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Columnas de Opinión

O’Higgins: El futuro en pausa por falta de presupuesto

JUEVES, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2025


La Región de O’Higgins se encuentra ante un momento decisivo. El Plan Nacional de Infraestructura Pública (PNIP) 2025–2055 se presentó como una oportunidad histórica para transformar nuestro territorio en un espacio más sostenible, inclusivo y resiliente. Sin embargo, hoy lo que más resuena en las calles, en las oficinas municipales y en las comunidades es las palabras “detenido” o “atrasado”.

De las más de 1.290 iniciativas proyectadas en la región, con una inversión cercana a los $9,68 billones pesos una parte significativa no avanza. Se trata de iniciativas que quedaron atrapadas en la maraña de la burocracia y, sobre todo, en la cruda realidad de la falta de presupuesto público. No es que falten necesidades, diagnóstico o proyectos: lo que falta es financiamiento concreto.

La doble vía de la Carretera El Cobre, la extensión de Escrivá de Balaguer, la esperada Ruta de la Fruta o la conexión Rancagua–Machalí son proyectos estratégicos que, sobre el papel, prometen cambiar el rostro de nuestra región. Pero en la práctica se han convertido en símbolos de la frustración ciudadana: anuncios repetidos, primeras piedras fotográficas, promesas incumplidas y comunidades que siguen esperando soluciones reales a problemas urgentes.

La infraestructura no es un lujo, es un derecho básico que garantiza conectividad, productividad y calidad de vida. Detener obras por falta de financiamiento es condenar a la Región de O’Higgins a la parálisis estructural de su desarrollo: seguimos con carreteras saturadas, ciudades mal conectadas y brechas territoriales que se profundizan.

Lo más grave es que esta inercia erosiona la confianza pública. ¿De qué sirve hablar de sostenibilidad, adaptación al cambio climático o protección del patrimonio si ni siquiera se puede asegurar el presupuesto para terminar lo que se empieza? La infraestructura sostenible se queda en discurso cuando el cemento nunca llega a terreno.

El PNIP prometía un futuro de integración, habitabilidad y resiliencia. Hoy, la pregunta que debemos hacernos es si la región podrá sostener esa promesa o si quedará atrapada en un ciclo de proyectos eternamente anunciados pero nunca ejecutados.

La infraestructura es el motor del desarrollo regional, pero en O’Higgins ese motor está encendido en neutro. Si no logramos que los proyectos detenidos reciban el financiamiento necesario, el futuro no será de modernidad y competitividad, sino de rezago y desencanto.

O’Higgins no necesita más discursos, necesita presupuestos concretos. El verdadero desafío no es planificar el 2055, sino cumplir hoy con lo que se prometió ayer.


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