Por Alejandro León
Las exequias del obispo emérito de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, convocaron a familiares, miembros de la Iglesia, autoridades y a la comunidad para rendir homenaje a un hombre que dedicó su vida a la defensa de la justicia y la dignidad humana.
Alejandro Goic falleció en pasado lunes 1 de septiembre a la edad de 85 años, en la ciudad de Rancagua. Nacido en la austral Punta Arenas en 1940, Goic fue un hombre que combinó su vocación sacerdotal con el compromiso social. Ordenado el 12 de marzo de 1966, su vida pastoral lo llevó por distintas ciudades a lo largo del país, destacándose por ser un pastor valiente y acreedor de una gran conciencia social que defendió activamente los derechos humanos y la dignidad de los más vulnerables, impulsando conceptos como el «sueldo ético» y actuando como mediador en momentos críticos para el país.
En el sur, colaboró activamente en las gestiones de la Iglesia católica chilena para evitar el conflicto del Beagle entre Chile y Argentina en 1978, resuelto gracias al arbitraje de Papa Juan Pablo II.
En la década de los 80, en plena dictadura militar, fue figura clave en la defensa de los derechos humanos, arriesgando su propia seguridad para proteger a los perseguidos. Su labor en la Pastoral Obrera y en las comunidades mineras le valió el apodo de «el obispo rojo», un reflejo de su cercanía con las demandas sociales y laborales.
En cuanto a los dolorosos casos de abuso sexual que debió enfrentar durante su presidencia del Consejo Nacional para la Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas, Goic siempre mostró una postura de apertura y una búsqueda de la verdad.
En sus exequias, las palabras de las autoridades reflejaron el profundo respeto por el legado de Goic al país. El presidente Gabriel Boric, en una carta dirigida a la Conferencia Episcopal, destacó su rol en la dictadura: «jugó un papel relevante en la defensa de los derechos humanos, la protección de las familias y la defensa de los trabajadores». Boric agregó que «muchos compatriotas están agradecidos de la asistencia que él entregó a víctimas del régimen», y lo recordó como un «promotor de la justicia social que planteó a la opinión pública la necesidad de resguardar y mejorar los derechos de las y los trabajadores».
Por su parte, el gobernador de la Región de O’Higgins, Pablo Silva, lo recordó como «el gran pastor» y destacó que «la región y el país pierde un gran hombre». A su vez, el alcalde de Rancagua, Raimundo Agliati, señaló que la vocación de Monseñor Goic fue «promover un evangelio edificante que eleva la dignidad de la persona humana» y que su voz «resonó más allá de la propia iglesia».
El delegado presidencial, Fabio López, honró la memoria del prelado al señalar que “no buscó protagonismo, sino tender puentes, encarnar la paz y recordar que detrás de toda negociación había familias, sueños y necesidades concretas”.
Tras su retiro en 2018, Alejandro Goic optó por una vida dedicada a la oración, a la lectura y la reflexión en el monasterio de las Hermanas Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento en Rancagua, lugar donde reposarán sus restos en su descanso eterno.
Con su partida, Chile se despide de una figura que encarnó el diálogo y la solidaridad, que dio a conocer con vigor la opinión de la iglesia en temas de contingencia y justicia social.