El misterio de la Navidad, reflejado en la Nochebuena, nos dice que junto con nacer Jesús en su establo de Belén, cada uno de nosotros, en ese segundo maravilloso de la medianoche, a su lado, nacemos nuevamente, compartiendo el pesebre, en ese mismo establo frío y modesto.
Al nacer nuevamente, nuestra alma se purifica de los pecados y de los malos sentimientos, borramos los rencores, los odios, los resentimientos, nos repletamos de amor, de solidaridad, de los más nobles sentimientos. Es la gran oportunidad de cambiar y ser, por fin, auténticos hombres y mujeres de bien.
Esa noche de paz y de amor, como dice la hermosa e inolvidable canción, que adornó nuestra infancia con su dulzura, renacemos con el mensaje de Jesús incorporado en nuestro corazón, retengámoslo ahí, no lo dejemos escapar, no volvamos a caer en los pecados que la Nochebuena nos permitió borrar.
Pero, amén del misterio que nos envuelve a cada uno de nosotros, pensemos que la Estrella de Belén, que brilló esa noche maravillosa, creo que es la misma Estrella Solitaria, emblema sagrado de nuestra patria. Me atrevo a pensar que esa estrella divina es la misma que está en nuestra Bandera Nacional, que guía a Chile por la senda del bien, hacia el porvenir común y la prosperidad general, con nuestras tradiciones y valores, como brújula que impide perder el rumbo. Miremos hacia el cielo, en la hermosa Nochebuena, imaginemos que vemos la Estrella en el cielo y sintamos la felicidad de que nuestra Patria, guiada por tan celeste mensajero, jamás perderá su camino hacia ser, cada día, un mejor lugar donde vivir.
La Nochebuena es para recordar a los que se nos fueron de este mundo y para acompañar a los que menos tienen, tanto en amor cuanto en bienes, a quienes sufren dolor y soledad, aquellos por los cuales vino al mundo el Niño de Belén. Esforcémonos por demostrarles que no son invisibles, que no son simples números estadísticos o palabras de discursos mentirosos, sino que son reales y merecen nuestra ayuda y solidaridad. Pongamos nuestro grano de arena.
Envío a cada uno de mis amables lectores un gran abrazo y mis sentimientos de que la Nochebuena los colme de amor y alegría. El mundo es mejor desde que vino Jesús, y puede serlo mucho más aún si cada uno de nosotros hacemos realidad su mensaje. Que nos ilumine esta Navidad.






