Monseñor Alejandro Goic Karmelic dedicó más de cinco décadas al servicio de la Iglesia chilena, acompañando comunidades y promoviendo la justicia social en distintas regiones del país. Nacido en Punta Arenas, fue ordenado sacerdote el 12 de marzo de 1966 y comenzó su ministerio como párroco, capellán de la Penitenciaría y vicario general de la diócesis. Participó activamente en gestiones diplomáticas entre Chile y Argentina que ayudaron a evitar un conflicto bélico en 1978, y entre 1975 y 1976 profundizó sus estudios de teología en la Abadía de San Andrés, en Brujas, Bélgica.
Camino episcopal
Su trayectoria episcopal comenzó en 1979, cuando el papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Concepción y lo ordenó personalmente en el Vaticano, siendo el primer obispo chileno consagrado directamente por el pontífice. Posteriormente fue obispo auxiliar de Talca, obispo de Osorno y, en 2004, asumió como obispo de Rancagua, cargo que ejerció hasta 2018. Tras su retiro, se dedicó a la oración, la lectura y la reflexión en el monasterio de las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento.
Servicio y compromiso social
A nivel nacional, Goic presidió la Conferencia Episcopal de Chile entre 2004 y 2010 y el Consejo Nacional para la Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas desde 2011, impulsando políticas de protección a menores y apoyo a quienes sufrieron situaciones de abuso. Fue un referente en justicia social, apoyando la huelga de trabajadores de la Mina El Teniente en 2007, promoviendo el debate sobre el “sueldo ético” y expresando preocupación por las desigualdades, los inmigrantes y los privados de libertad.
Reconocido por su carácter sencillo y cercano, monseñor Goic dejó huellas profundas en sacerdotes, laicos y familias de Punta Arenas, Concepción, Talca, Osorno y Rancagua. Su lema episcopal, “Cristo es mi vida”, reflejó su vocación y compromiso espiritual, centrando toda su labor en la fe y en el acompañamiento de quienes más lo necesitaban.