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Carla Contreras: 14 años luchando contra una enfermedad que no da tregua


Carla está conectada a un tubo de oxígeno las 24 horas del día. Cada respiro es una lucha, cada día es un desafío.

JUEVES, 20 DE FEBRERO DE 2025
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Publicado por

Ingrid Torrealba



Hasta los 24 años, Carla Contreras llevaba una vida normal y activa. Trabajaba en Coagra, disfrutaba de su independencia y construía su futuro junto a su esposo, Carlos. Nunca imaginó que todo cambiaría de un momento a otro, que su cuerpo comenzaría a enviar señales de alerta que ella, en un principio, atribuyó a crisis de pánico.

Las noches se volvieron angustiantes. Se despertaba de madrugada con taquicardia y dificultad para respirar, sintiendo que su corazón se aceleraba sin razón aparente. Lo que parecía ansiedad era, en realidad, el síntoma de algo mucho más grave. Finalmente, el 1 de agosto de 2010, su vida dio un vuelco definitivo: recibió el diagnóstico de hipertensión pulmonar. Una enfermedad crónica y degenerativa que la acompañaría para siempre.

Ese mismo año, contra todo pronóstico, Carla recibió otra noticia que cambiaría su vida: Sin saberlo estaba embarazada. Con 33 semanas de gestación, nació su hijo Carlitos, el único hijo entre Carla y Carlos, un milagro en medio de la incertidumbre.

Desde entonces, su historia ha sido de resistencia. A pesar de la enfermedad, Carla ha luchado por mantenerse en pie, por ver crecer a su hijo y seguir adelante junto a su familia. Sin embargo, no ha sido fácil. Durante años, recibió un diagnóstico erróneo: le dijeron que padecía hipertensión pulmonar secundaria, cuando en realidad siempre fue primaria. Esto significó que el tratamiento que le indicaron no era el adecuado, afectando aún más su calidad de vida.

La única opción viable para su tratamiento es Volibris (Ambrisentan), cuyo costo mensual asciende a $2.370.000, sin contar los medicamentos complementarios que también debe tomar. Por ley, Carla debería recibir estos fármacos, ya que su enfermedad está cubierta por la Ley Ricarte Soto, sin embargo, la realidad es otra: no hay stock en Cenabast, lo que la obliga a comprarlos de forma particular, asumiendo un gasto imposible de costear.

Hoy, Carla está conectada a un tubo de oxígeno las 24 horas del día. Cada respiro es una lucha, cada día es un desafío. Los gastos médicos son abrumadores, pero lo que más le pesa es la incertidumbre de no saber si podrá acceder al tratamiento que necesita para vivir. Ella no quiere dar pena. Solo quiere lo que por derecho le corresponde: la posibilidad de vivir con dignidad.

“Solo quiero vivir”, dice Carla con firmeza. Y su historia es un llamado urgente a la conciencia, porque nadie debería tener que pelear por aquello que, por ley, debería estar garantizado.


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