El éxito de O’Higgins en las series inferiores no es una sorpresa. El cuadro de Rancagua se ha consolidado en los últimos años como un referente en la formación de futbolistas, acompañado por una destacada obtención de títulos, como la reciente Supercopa de la Proyección 2024.
La categoría Proyección, precisamente, ha sido particularmente exitosa para el club desde su reestructuración tras la pandemia. Con tres títulos en su palmarés —Apertura 2022, Apertura 2024 y Supercopa 2024—, además de una participación en la Copa Libertadores Sub-20 en 2023, O’Higgins ya asegura un nuevo desafío internacional en la edición 2025, que se disputará en Paraguay del 1 al 16 de marzo.
El éxito no se limita a esta serie. El «Capo de Provincia» acumula logros en otras categorías juveniles, como los títulos de la Sub-18 (2021 y Clausura 2023), la Sub-16 (Apertura 2023) y la Sub-15 (Apertura 2023), entre otros campeonatos destacados.
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Sin embargo, surge inevitablemente la pregunta: ¿qué pasa con el plantel adulto? Los últimos ocho años han estado marcados por la ausencia en competencias internacionales y campañas enfocadas en evitar el descenso, una realidad que contrasta drásticamente con el éxito de sus divisiones inferiores.
La respuesta radica en la diferencia de contextos. El salto al fútbol profesional implica un nivel de exigencia, roce y experiencia que muchos jóvenes no logran superar de inmediato. Aunque O’Higgins puede presumir de ser un club formador, con una plantilla compuesta en gran parte por jugadores de casa, pocos logran consolidarse, mientras que otros buscan oportunidades mediante cesiones a distintos equipos.
El desafío para el club no solo es mantener su éxito en las inferiores, sino también encontrar una fórmula que permita traducir ese talento en resultados relevantes para su primer equipo, lo que aún es tarea pendiente y que espera saldarse progresivamente con la gerencia de promoción, puesto creado a principios de este año y que actualmente ocupa un referente de la institución como Albert Acevedo.
En él recae la responsabilidad de apoyar el desarrollo personal y deportivo de los jugadores con mayor proyección que ascienden al primer equipo. Asimismo, es fundamental el criterio del director técnico de turno para determinar el momento adecuado en que los jóvenes promovidos puedan integrarse de manera efectiva al plantel adulto.