Leandro Sepúlveda Venegas, artista visual y escritor oriundo de Rancagua, celebró recientemente dos logros literarios en destacados concursos realizados en la capital de nuestro país. Su talento para la narrativa breve lo posiciona como una de las voces más destacadas del ámbito literario en la región.
En el Concurso de Microcuento «Barrio República en 132 palabras», llevado a cabo en el marco del festival cultural «República a la Calle» y conmemorando los 32 años de la declaratoria de la Avenida República como zona típica, Sepúlveda obtuvo el tercer lugar con su relato «El niño lustrabotas». El certamen, reconocido por su exigente convocatoria, reunió obras inspiradas en el patrimonio histórico y cultural del emblemático barrio santiaguino.
Por otro lado, el escritor alcanzó el primer lugar en la primera edición del Concurso Literario “Corre la Voz”, organizado por CEDEP, FELIDE y la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Su relato titulado «El Gol pe´de estadio» destacó por su creatividad y capacidad para retratar de manera única el fútbol como fenómeno social.
Relatos ganadores de Leandro Sepúlveda Venegas
«El niño lustrabotas» – (Tercer lugar, Barrio República)
Después de recibir el almuerzo en el colegio, se escapaba todos los días por la pared trasera. Sabía que debía estar antes que tocaran la campana de salida. Caminaba pensando en ser el mejor lustrabotas, con su humilde cajón de madera, la mochila y la silla, se instalaba sobre los lujosos adoquines en el conjunto Virginia Opazo del barrio República. Mientras esperaba a la clase acomodada, que posaran sus elegantes calzados de cuero estilo francés, sobre el improvisado respaldo del lustrín; se ponía a repasar sus tareas, quedándole muy poco tiempo, para volver a buscar a su hermano menor de la primaria. Al rato después se sentó un caballero con sus botines café; el niño, ágilmente, comienza a lustrarlos, dejándolos tan relucientes que pudo ver en ellos el rostro de su director.
«El Gol pe´de estadio» – (Primer lugar, Corre la Voz)
Señoras y señores es un día soleado para los amantes del fútbol. Se juega la gran final de la Copa Chile, con más de cincuenta mil hinchas en el estadio Nacional presenciando el súper clásico setenta y tres. Se enfrentan los equipos de La Derecha, con indumentaria color verde; y su máxima figura, Pino, ocupando el número ocho en la espalda; y el equipo de La Izquierda, color rojo, con la casaquilla once su goleador apodado Salva. Este encuentro es de alto riesgo para la comunidad, por este motivo, la Intendencia Metropolitana ha decidido resguardar a la comunidad, aplicando la ley Estadio Seguro, estando presente las fuerzas aéreas, carabineros y seis tanques militares. En Ñuñoa las banderas flamean mientras entonan el himno nacional. Los jueces y los jugadores están en la cancha para comenzar el deporte más bello del mundo. El árbitro lanza la moneda al aire; mueven la pelota los verdosos, al minuto quince, Pino, el jugador más peligroso, se suspende en el aire cabeceando el balón, gritando el primer gol del encuentro. Salva al ver que su equipo pierde ante su archirrival, les dice a sus compañeros que mojen la camiseta corriendo en el campo de juego. Al minuto cuarenta del segundo tiempo, cerca del punto penal, el once se manda una chilenita impresionante, dejando la esfera donde tejen las arañas, en todo el ángulo del pórtico, logrando así el empate parcial. Los cánticos de la marea roja se hacen escuchar en las galerías del histórico coloso. Al minuto tres del alargue habilitan al ocho, quedando solo, y desde fuera del área dispara un cañonazo clavándose al medio del arco. El guardalíneas levanta el banderín indicando que es una jugada dudosa y allí todos los jugadores se vuelcan a confrontar al árbitro mientras camina tranquilo al Var.