“Llegaba ebrio y yo le pedía las llaves, y un día, con las mismas llaves me cortó el cuello”, es el dramático relato de Ingrid, una mujer de San Fernando que, como muchas, ha vivido la violencia de género, ha sentido miedo, y tristemente, se ha sentido abandonada por un sistema teóricamente diseñado para protegerla.
La violencia de género es una de las vergonzosas aristas de la crisis de seguridad que vive nuestro país, y en particular nuestra región. Los alarmantes números de este tipo de hechos y su escala en cuanto a la gravedad de la violencia son una lacerante herida abierta de la que ninguna autoridad ha sido capaz de hacerse cargo, sin embargo, las cifras no son capaces de dar cuenta de la profundidad del problema, ni pueden reflejar la desolación de una víctima.
En ese contexto, y recordando que es una temática ya abordada en ediciones anteriores de El Tipógrafo, conversamos con una mujer de esfuerzo y valiente, pero que ha debido sostenerse sin el apoyo que el Estado promete a diario ofrecer en estos casos.
Ingrid relata “tuve una relación súper larga, de 18 años, y se conformó una familia con dos niñas de 15 y 12 años” y agrega que “era una relación muchas veces difícil de abordar, estuve súper enamorada, él siempre fue como mi todo, yo obviamente giraba en torno siempre a él, mi día a día era en torno a él” vivenciando el recuerdo con cada palabra y ejemplificando una realidad más común de lo que la imagen de “mujeres empoderadas” que los medios sugieren es la normalidad en nuestro tiempo.
“Me dediqué primero a ser mamá, salí de cuarto medio, lo conocí a él, era adolescente, tenía 15 años, nació mi primera hija, estuve tres años en casa, luego nació mi otra hija, la menor, y luego de eso ya, cuando mis hijas entraron a la etapa escolar, ahí yo decidí estudiar, hice todo al revés” contextualiza Ingrid y agrega que “pero empezaron los primeros conflictos por de salir de casa, el ya no ser mamá, ¿Dónde dejaste a las niñas? Me decía”, pero además complementa que “siempre él quiso que yo fuera como su nana se puede decir, poder pasarle hasta el calzoncillos, los calcetines, plancharle la ropa, debía atenderlo, yo tenía que atenderlo, hubo un tiempo que igual estuve colapsada porque no me daba el tiempo de ser madre de dos niñas, más estudiar, después uno empezó ya lo laboral, mi práctica, y él siempre fue muy celoso”.
Pero el alcohol jugó un macabro papel en su relación y en su vida “él bebía se excedía con el alcohol, y era más agresivo de lo normal”, nos cuenta Ingrid, como si hubiera un cierto porcentaje “normal” de agresividad en una relación de pareja, demostrando lo afectaba que estaba y la deplorable normalización de la violencia internalizada a fuego en nuestra sociedad.
La violencia fue agudizándose recuerda Ingrid y empezó a tener consecuencias familiares y judiciales, luego de varios episodios y una creciente violencia psicológica las cosas se complicaron “él me rompió un vidrio en la cara y no pude dejarlo pasar, porque tuve toda mi cara sangrentada, mis hijas me vieron, llamé a mi familia, llegó Carabinero y bueno, después de esa situación uno dice ya nunca más”.
“Llegaba ebrio y yo le pedía las llaves, y un día, con las mismas llaves me cortó el cuello”
Ingrid de San Fernando
Sin embargo, como muchas otras mujeres Ingrid cedió “después de eso lo perdoné, nunca se fue de la casa, los episodios se sucedían, un mes, dos meses, tres meses, teníamos audiencia, él lloraba que nunca más, teníamos una familia, que no perdamos la relación, que llevamos mucho tiempo, que yo era su todo, su vida, que sus hijas eran todo. Y bueno, luego tuvimos otro episodio que también fue denunciado, me cortó el cuello; llegó ebrio, yo le pedí las llaves, que se fuera, que su hija estaba durmiendo, y finalmente con las mismas llaves me cortó el cuello”, hasta que finalmente Ingrid cuenta que “la separación fue por cansancio mío, en los últimos años, yo ya no era la misma mujer de antes, no era la que la esperaba con once, no era la que le dejaba almuerzo. Empezamos a distanciarnos”.
Pero el calvario de Ingrid no terminó allí y su ex pareja no logró superar la relación y el término de ésta adecuadamente. Comenzaron las amenazas, las agresiones, los incumplimientos de las medidas cautelares, una historia que ya reflejamos hace algunos meses con otro caso, curiosamente “otra Ingrid”, pero de Chimbarongo, que terminó siendo baleada frente a sus hijos en un fatídico día de la madre. ¿Vamos a esperar que este nuevo caso llegue a un desenlace similar?, ¿Y si la Ingrid de San Fernando no logra moverse a tiempo como su homónima de Chimarongo, y termina sus días pese a haber gritado su temor?, ¿Quién será responsable de ello?
Son preguntas aterradoras, pero válidas. Los antecedentes judiciales dan cuenta de un patrón similar, una ex pareja que no acepta que su ex esté con alguien más, amenazas de muerte, agresiones graves, incumplimientos de las medidas cautelares decretadas para “proteger” a la víctima y lamentablemente, la misma fiscal del Ministerio Público a cargo del caso, por lo que la pregunta debe reiterarse ¿Estamos esperando que la historia se repita?
Ingrid ha reclamado, ha dado cuenta ante el Ministerio Público que teme por su vida y no ve un compromiso real de la institución por protegerla, sin embargo, hasta ahora la Fiscalía ha sido fría ante su legítimo temor, ha informado de las diligencias actuaciones judiciales, como si unas líneas expresadas en un lenguaje técnico pudieran confortar un alma angustiada, ¿Será suficiente?, ¿Dónde está el resto del Estado?
Después de sobrevivir a un femicidio frustrado, ¿Qué sigue?
Ingrid de Chimbarongo compartió con El Tipógrafo su historia, su dolor, sus angustias y los temores sobre lo que esto puede significar para sus hijos.
Hoy regresa para relatar lo que ha pasado desde que su historia se hizo pública y relata “después de ese día en que nosotros conversamos, que salió la nota, fue como sentir que me habían escuchado, ustedes, como medio de comunicación, y yo creo que fue la alerta más grande que logré transmitir, porque antes las había dado y no habían ocurrido muchas cosas. Pero desde ahí empezó a moverse todo, nosotros habíamos solicitado una entrevista con el fiscal regional y yo recibí después respuesta y fue de mucha alegría saber que nos habían cambiado a la fiscal. De ahí empezó como de nuevo esta esperanza de justicia, no sé si llamarlo así, pero era muy necesario para nosotros terminar con que fuera otra fiscal, porque en realidad la anterior, después del mes de que a mí me habían dado el alta, ella me citó a declarar y en esa declaración yo me doy cuenta que ella nunca había revisado las pruebas que nosotros habíamos dejado, o sea, ocho meses antes, en donde este hombre había ido con un arma a amenazarme, audios en donde me amenazaba también. Ella nunca revisó esas imágenes” y agregó que “ella fue muy negligente, mintió al decir en un medio de comunicación que no había medios suficientes de prueba para haberlo formalizado antes, eso no era verdad y ella tenía en custodia el pendrive con las pruebas”.
«Me gustaría saber, qué hace el Sernameg, qué pudo haber hecho por mí».
Ingrid de Chimbarongo
“Luego me entero de este cambio de fiscal y ahora hace muy poco tiempo atrás también me entero que el fiscal regional ordenó una investigación sumaria para la fiscal anterior, lo que también me trae tranquilidad” señala Ingrid y reflexiona además que “siento que de alguna manera ustedes como medios también ejercen un poder sobre las autoridades y que quizás es lamentable que tengamos que nosotras las víctimas salir a contar o revivir estas cosas, pero es lo único que nos queda”.
La desgarradora verdad parece ser que Ingrid tiene razón, y es necesario revictimizarse a través de un medio para que quienes sufren sean escuchados, la sentencia de Ingrid es lapidaria “tristemente en mi comuna no sé si normalizan este tipo de situaciones porque nadie salió a hablar del tema, nadie tampoco me fue a preguntar cómo estaban mis hijos, si necesitábamos algo, si estábamos con asesoría legal o con ayuda psicológica. Existe una oficina de seguridad pública en donde hay una oficina de la mujer, pero yo sinceramente creo que no cumple la función que realmente debiera cumplir porque una oficina de la mujer no puede servir solamente para ir a juntarse, reunirse con mujeres emprendedoras o talleres”.
La desoladora vivencia de Ingrid, que parece estar repitiéndose con su tocaya de San Fernando no puede dejarnos indiferentes, al menos a nosotros no.
Ingrid agradece que “estamos con apoyo psicológico de apoyo a las víctimas (del Ministerio Público). Tenemos un apoyo de Angélica y también está Alejandra, que es la asistente social, unas mujeres maravillosas y muy, pero muy preocupadas de nosotros. Eso nos ha ayudado bastante, a mí y a mis hijos” sin embargo también reflexiona “me gustaría saber, qué hace el Sernameg, qué pudo haber hecho por mí. Porque hasta el momento yo en verdad no conozco ni a la directora, ni a nadie”, aunque recuerda al abogado Patricio Reyes “muy contenta con él”.
«Yo invito a que muchas mujeres que están pasando por esto vengan, en serio, donde ustedes o cualquier medio. Es la única manera que tenemos, la única manera para que nos escuchen”.
Ingrid de Chimbarongo
Finalmente Ingrid sentencia “yo invito a que muchas mujeres que están pasando por esto vengan, en serio, donde ustedes o cualquier medio. Es la única manera que tenemos, la única manera para que nos escuchen”.