A 60 kilómetro al oriente de la ciudad de Rancagua, emplazado en plena cordillera de Los Andes, en la comuna de Machalí, está ubicado el Campamento Sewell, la primera ciudad minera en el mundo, que fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2006, por su incalculable valor histórico y cultural.
Sewell, que tuvo su auge entre los años 1940 y 1960 cuando alcanzó una población de 15 mil habitantes en 175 mil m2 construidos, tiene su origen en 1905, cuando el Gobierno de Chile autorizó al norteamericano William Braden, de la empresa minera estadounidense Braden Copper Company, a explotar la mina de cobre El Teniente.
Para conocer las anécdotas de cómo vivían los sewellinos y las distintas historia que rodean la ‘Ciudad de las Escaleras’, Diario El Tipógrafo habló con Felipe Ravinet, director ejecutivo de la Fundación Sewell.
¿Por qué Sewell es importante para la región de O’Higgins?
Hay que recordar que Sewell es sitio del patrimonio mundial y, en ese sentido, es un patrimonio que tiene un carácter universal porque tiene una singularidad, un valor universal excepcional y eso es lo que lo hace importante no tan solo para la región, también para Chile y el Mundo.
¿Cómo era la vida de quienes vivían en Sewell?
Sewell era una suerte de isla en la montaña. Hay que recordar que hasta antes de la construcción de la Carretera del Cobre, para llegar a Sewell solo se podía a través del ferrocarril y eso significaban 5 horas de viaje. Por lo tanto, era un mundo aparte que se vinculaba solo a través del tren y en el invierno, por cierto, era muy complicado.
Entonces, como dicen los sewellinos, era un mundo feliz (…) no exento de problemas como en toda comunidad, pero cualquier aspereza era resuelta armónicamente.
Y esta ciudad autosuficiente tenía todas las comodidades y todos los equipamientos y los servicios que requiere una ciudad. En Sewell llegaron a vivir 15 mil personas: Hubo hospital, policía, telégrafos, correos, teatro, piscinas, se practicaban deportes. Entonces era un mundo especial, aislado del resto, pero había muchas relaciones entre los distintos habitantes.
¿Y los niños en qué se entretenían?
Los niños tenían el teatro, había piscinas temperadas, jugaban en la nieve y se practicaban otros deportes, se hacía gimnasia. Además de lo que es vivir en una ciudad que en el invierno está nevada.
Sewell es reconocida como la ‘Ciudad de las Escaleras’ y sus mujeres eran reconocidas por tener las piernas más hermosas
Absolutamente. Lo que significaba subir esas escaleras, entonces, por cierto que tenían piernas muy bonitas. Hay muchas fotos que muestran cómo los sewellinos en sus días de descanso, en la escalera central, se apoyaban en las barandas y veían como pasaban las mujeres. Ellos andaban muy elegantes en esa época, incluso con terno.
¿Es cierto que los grandes espectáculos llegaban primero a Sewell antes que a cualquier otro lugar del país?
Efectivamente, en el teatro de Sewell la compañía se encargaba de contratar las mejores películas y se estrenaban incluso antes de lo que podría ser en Santiago. No tan solo películas si no que también venían artistas. Estuvieron, tengo entendido, Lucho Gatica, artistas mexicanos, argentinos, pasó mucha gente importante, ahí había entretención.
¿Había alguna autoridad local?
La autoridad local que regulaba las normas de convivencia la definía la compañía, que era muy estricta en lo que era la convivencia social, pero no así en temas ideológicos ni religiosos, en ese sentido, los americanos son personas prácticas y daban libertad de culto.
¿Es cierto que las personas veían como un castigo dejar el campamento y tener que vivir en Rancagua?
He conversado con muchas personas y hay dos visiones. Si bien es cierto el mundo era aparentemente un mundo ideal, que la compañía proveía de vivienda, energía eléctrica, incluso de calefacción, de educación, de un muy buen servicio de hospital. Pero no hay que olvidar que vivían en un lugar que no les era propio.
Algunos me han comentado que el hecho de haber llegado a vivir a Rancagua y tener su propia casa y hacer uso de todo lo que significa la infraestructura de una ciudad, ser más ciudadanos por decirlo así, (…) también fue un cambio importante.
¿En cierto que los niños no conocían los árboles porque no había en Sewell?
Inicialmente sí había algún nivel de vegetación, pero en esa época por cierto, no existía la consciencia que hay hoy día y efectivamente yo también he escuchado eso, de que en algún minuto los niños no conocieron, que se yo, vacunos, porque la carne llegaba ya faenada.
¿Se podía ir a vacacionar a Sewell?
Sí, de hecho hay mucha gente que me han contado que tenía familiares en Sewell y eran invitados.
¿Y si alguien se quería casar?
Había oficinas del Registro Civil, y eran muy bonitas las ceremonias, porque caminaban por las escaleras y la gente les arrojaba arroz. La iglesia, todavía está en pie, es muy bonita. La gente se casaba ahí y era muy significativo tener estar experiencia.
¿Había departamentos de soltero en Sewell?
Sí. Habían departamentos de solteras también porque, por ejemplo, personas trabajaban en el hospital o profesoras también tenían habitaciones.
¿Alguna anécdota que nos pueda contar?
Se cuenta que los sewellinos bajaban a Rancagua e iban a veces a casas de vida fácil, de prostitución. La persona que regía el lugar se quedaba con toda la plata de la paga y cuando llegaba el minuto de hacer las cuentas y volverse al campamento, normalmente cuando ya había que liquidar el servicio, el sewellino preguntaba ‘bueno, como estamos con las cuentas’, y se les respondía: “ni te pasaste ni te quedaste, vuelve el próximo mes’. Eso significa que volvía sin ningún peso al campamento. Parece que era muy común esa frase.
¿Desde cuándo no vive gente en Sewell?
En el año 69 se produjo la chilenización del cobre (…) luego vino la chilenización en 1971. A partir de ello se construye la carretera y empieza la ‘Operación Valle’, proceso que terminó a fines del año 79, ahí bajaron los últimos sewellinos.
Posteriormente, volvió Sewell a ser habitado pero ya con empresas, con trabajadores solos, que ocuparon algunos edificios y que estaban en los proyectos de desarrollo, pero ya no eran con familia.