El solideo es el casquete que cubre la cabeza de los papas y obispos católicos. Entonces, ¿Por qué el papa usa un solideo más grande que el que usan los demás prelados?, ¿Qué significado podrá tener? Es un detalle, pero nos habla de las características del hombre. La verdad está en los detalles. No es un papa viajero, teatral, con rasgos de rockstar; es una persona que sabe de sus limitaciones, de su ausencia de carisma (que remplaza con una habla coloquial –ya que no tiene buena dicción ni habla con propiedad), de su edad, y el tiempo es inexorable en la vejez. Pero, ¿a qué tanta sorpresa?
Las personas, católicas o no, se inventaron un papa con características que no tiene, o no ha exhibido, y se crearon expectativas irreales. Imaginaron que un papa jesuita y latinoamericano iba, no se sabe por qué, a producir una inflexión en el destino de la Iglesia Católica. Cierto que Francisco anunció la reorganización de la Curia Romana, creó una comisión para que emitiera una informe acerca de los Legionarios de Cristo, tomó decisiones sobre el sistema bancario vaticano, y otras medidas que, gratuitamente, generaron ilusiones de que algo estaba cambiando y que Francisco podría resolver lo que Benedicto no pudo. Pero una cosa es lo sustantivo y otra los meros símbolos y anuncios.
Francisco canonizó a dos papas: Juan XXIII, pontífice que goza aún de simpatías de los católicos y de gentes de otras religiones; un sabio pastor que convocó al Concilio Vaticano II de feliz memoria, que aggiornó a la Iglesia y la desanquilosó, pero de contrabando incluyó a Juan Pablo II, el papa que no supo enfrentar la pedofilia y que fue amigo cercano de Marcial Maciel, quizás la persona que más descrédito causó a la Iglesia contemporánea. Además, Francisco marca un precedente: la canonización de todos los últimos papas. Quizás con la ilusión de que el también lo sea. Más aún, canonizaciones por parejas, uno bueno y otro no tan bueno, por ejemplo, Pío XII acusado de negligencia ante la tiranía nazi, que al lado de un papa bueno y culto, como Paulo VI, pasaría como decimos en Chile, piolita.
Francisco se comprometió a reformar la curia y a renovar la obra del Concilio Vaticano II, lo cierto es que canonizó a quien demolió ese Concilio y dotó de un poder casi incontrarrestable a la curia romana mientras viajaba.
En fin, las palabras de Francisco ofenden a los osorninos, culpan a la zurda de un incidente entre clérigos de una parroquia del sector más derechista de Santiago, cuyo párroco era favorito de ,los dueños del poder y la riqueza del país.
Un papa compadrito y canchero, algo boquita suelta, con tanto solideo va a terminar echándole sobre el ojo, como un gaucho matrero que esquiva a sus ovejas.
Rodrigo Larraín