El 27 de diciembre se conmemora el Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, una fecha instaurada por Naciones Unidas tras el golpe global del COVID-19, la mayor crisis sanitaria del último siglo. El virus apareció a fines de 2019 como un brote localizado y, en pocas semanas, paralizó al mundo: fronteras cerradas, sistemas de salud colapsados y millones de muertes que dejaron una huella profunda y transversal.
La pandemia expuso con crudeza las debilidades estructurales de muchos países: falta de preparación, respuestas tardías, desinformación y profundas desigualdades en el acceso a la atención sanitaria. Hospitales desbordados, personal médico exhausto y comunidades enteras confinadas marcaron una experiencia que aún resuena en la memoria colectiva. En ese contexto, la circulación de nuevas variantes de influenza, como la H3N2 —asociada en distintos países a cuadros respiratorios más severos y al aumento de hospitalizaciones— vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de sistemas de salud alertas, campañas de vacunación oportunas y una ciudadanía informada. La preparación ante epidemias no es una lección aprendida para archivar, sino una tarea permanente.






