Durante julio, la Región de O’Higgins fue sede de tres cuentas públicas nacionales: las del Ministerio de Agricultura, de Ciencia y del SAG. Esta triple elección territorial no fue casual: refleja el papel estratégico de esta región en el desarrollo de la agricultura chilena, desde una mirada que articula ciencia, innovación y compromiso con el territorio.
O’Higgins concentra una gran diversidad de sistemas productivos, desde fruticultura intensiva hasta ganadería de secano. Es también una zona vulnerable al cambio climático, con eventos extremos, escasez hídrica y degradación de suelos. Frente a este escenario, la ciencia y la innovación son claves para enfrentar los desafíos del sector.
En este contexto, la labor del INIA, a través de su Centro Regional Rayentué y el Centro Experimental Hidango, ha sido fundamental. Desde Rengo, Rayentué impulsa líneas de investigación en fruticultura, agroecología, uso eficiente del agua, salud de suelos, sanidad vegetal, mejoramiento genético y biotecnología. Muchas iniciativas nacen desde el territorio y se traducen en herramientas concretas, como sensores de monitoreo, modelos predictivos y transferencia tecnológica a pequeños productores. Dos conceptos definen su trabajo: contingencia y pertinencia, reflejados en proyectos que apoyan a agricultores afectados por las inundaciones de 2024 o los incendios de 2017.
En tanto, INIA Hidango —ubicado en Litueche— trabaja con enfoque en sistemas ganaderos extensivos, desarrollando proyectos orientados a la adaptación a la escasez hídrica, recuperación de praderas y mejora en ovinos. Destacan sus programas de mejoramiento genético en trigo, quinoa y ovinos, que han dado origen a variedades adaptadas al cambio climático y a la primera variedad de quinoa de la región, entregada a productores locales. También destaca la creación de la raza ovina Hidango, tras más de 40 años de investigación, un hito regional que fortalece la ganadería en zonas rezagadas.
Ambos centros no solo generan conocimiento, sino que lo transfieren activamente. A través de capacitaciones, asesorías, vínculos con liceos, universidades y municipios, INIA convierte la ciencia en valor público. Este modelo de investigación aplicada, con fuerte presencia territorial, hace de O’Higgins un verdadero epicentro de la agrociencia.
Que los ministerios hayan elegido esta región no es solo un reconocimiento al presente, sino una apuesta por el futuro. Uno más resiliente, eficiente y sostenible, donde la articulación entre ciencia, tecnología y territorio no es deseable: es imprescindible.