Reciclaje en Chimbarongo: De un punto limpio a una red comunal en crecimiento

Lo que comenzó como una modesta iniciativa con un punto limpio y una campana de vidrio, se ha transformado en una verdadera marea verde que inunda cada rincón de Chimbarongo. La comuna está viviendo una auténtica revolución en materia de reciclaje, expandiendo sus operaciones y sumando a más vecinos al proyecto ambiental.

Hoy, localidades más pobladas como Codegua, Peor es Nada y Tinguiririca se suman al progreso ambiental, y ya son cinco puntos limpios y diez campanas de vidrio en la comuna. Pero el proceso no se detiene ahí. La Municipalidad de Chimbarongo, con un financiamiento del 100% de sus fondos, ya tiene en la mira a San Juan de la Sierra, Cuesta Lo González, y los sectores más distantes de San José de Lo Toro y Quinta, para extender esta indispensable infraestructura.

Además de los puntos limpios, la comuna ya cuenta con más de 80 contenedores para botellas, cuyo retiro se gestiona a través de un eficiente modelo mixto que involucra a recicladores, una práctica que lleva más de una década funcionando con éxito en la ciudad.

Pero el crecimiento trae consigo desafíos. María José Faundez, directora de la Unidad de Medio Ambiente del municipio, lo tiene claro: «El proceso de reciclaje va en aumento, pero debemos reforzar permanentemente la educación a los vecinos», enfatiza. La meta es clara: que la comunidad entienda que los puntos limpios son para reciclar, no para depositar basura, una práctica que, aunque minoritaria, buscan erradicar. «Es una minoría que con el tiempo esperamos solucionar», agrega Faundez, destacando que, de las diez campanas de vidrio, tres están estratégicamente ubicadas en el corazón de la ciudad.

Corazón solidario

Más allá de los contenedores tradicionales, Chimbarongo ha demostrado su corazón solidario. En una conmovedora alianza con las Damas de Café, la comuna participa activamente en el reciclaje de tapitas plásticas para ayudar a niños que luchan contra el cáncer. Un gran «corazón» de acopio de tapas, ubicado en la plaza central, se ha convertido en un símbolo de esta causa. «Aproximadamente cada tres meses, las tapitas son enviadas a Santiago», explica Faundez.