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“Estoy pensando en tirar la toalla”: El drama silencioso de los agricultores que resisten a la desertificación y al invierno en O’Higgins


Pamela, Yanet y cientos de agricultores viven al ritmo del clima. Hoy, enfrentan un invierno que amenaza con sepultar su fuente de vida: la tierra.

MARTES, 24 DE JUNIO DE 2025
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Publicado por

Gonzalo Silva



Por años, el cacareo de los gallos y el olor a tierra húmeda marcaron el inicio de las jornadas en los campos de la Región de O’Higgins. Ahí, donde la agricultura no es solo una actividad económica, sino una forma de vida, los rostros de cara al sol y las manos agrietadas por el trabajo narran la historia de una lucha constante. Pero este invierno, esa historia parece tomar otro rumbo.

Las heladas, anunciadas por la Dirección Meteorológica de Chile, podrían alcanzar los -4 grados, encendiendo las alarmas en sectores rurales. Las lechugas, acelgas y tomates de invernadero -cultivos delicados y sensibles a las bajas temperaturas- corren serio peligro. Para los pequeños agricultores, no se trata solo de un mal invierno: es una amenaza para su subsistencia.

Pamela Lanzellote, agricultora de maíz, repollo, morones, entre otros productos, confiesa: “Estoy pensando en tirar la toalla”. Desde su campo en Chimbarongo, donde trabaja codo a codo con su pareja y su hijo, relata con amargura la caída en la producción. “En ciertos años atrás había 270 mil hectáreas de maíz. Ahora, ¿cuántas tenemos? 50 mil, 70 mil… Está bajando mucho. No hay qué hacer”, afirma. Y con esa frase, deja entrever el desánimo que pesa sobre quienes han dedicado su vida a cultivar la tierra.

El impacto no se detiene en los cultivos más sensibles. El maíz también se ve amenazado. Cuando la tierra queda demasiado húmeda tras las heladas, se vuelve menos productiva, y por ende, menos rentable. Los agricultores dependen de esa cosecha para sobrevivir el resto del año. 

Desde Corporación Nacional Forestal (Conaf) advierten que esta situación no es nueva, pero sí se agrava. La desertificación,  el proceso en el que la tierra pierde su fertilidad y vegetación,  avanza con fuerza desde O’Higgins hacia el norte del país. “Esperemos que no se repita lo que pasó entre 2009 y 2020. En esos años, el efecto negativo en los agricultores fue grande, especialmente en quienes riegan en época de verano”, señala el director subrogante de Conaf, Felipe Sandoval.

Según cifras del Centro de Información de Recursos Naturales (Ciren), en “2024 más del 56% de los suelos entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos están en estado de degradación”. El dato no es solo una estadística: es una amenaza latente para quienes aún creen que el campo tiene futuro.

Yanet Morales, también dedicada al maíz, comparte la preocupación. Ve con claridad cómo los costos se elevan mientras la rentabilidad se desvanece. “Se va a poner muy complejo el tema de la alimentación. Los insumos están cada vez más caros. Ese costo lo paga la gente, pero va a llegar un momento en que ni siquiera vamos a poder siquiera producir”, advierte. 

La tierra de los campos de O’Higgins ha sido sinónimo de sacrificio, para los agricultores no solo significa el trabajo del día a día, es la resiliencia frente a todo: sequías, alzas de precios en productos, déficit hídrico, inundaciones, crisis económicas. Hoy, el mayor enemigo no es tan visible, la desertificación y las heladas amenazan con arrancar de raíz los cultivos regionales. 


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