Funcionarias de distintos CESFAM denuncian robos sistemáticos de vehículos en sus lugares de trabajo y acusan abandono de las autoridades. Aseguran que la impunidad y la falta de apoyo afectan no solo su seguridad, sino también su salud mental y calidad de vida.

En Rancagua, específicamente en las inmediaciones de distintos Centros de Salud Familiar (CESFAM), se está desarrollando un fenómeno cada vez más frecuente y preocupante: robos de vehículos en plena luz del día, ejecutados con impunidad y sin respuesta institucional efectiva. Esta es la denuncia que hicieron Sandra Zavala, Diana Soto, Karin Rey víctimas directas de estos delitos.
Sandra Zavala, funcionaria del CESFAM N°4, fue víctima del robo de su camioneta el pasado viernes 23 de mayo, a plena luz del día. “Salí a las 15:40 a buscar mi auto y ya no estaba. Revisamos las cámaras y se ve claramente cómo un Suzuki Swift rojo con vidrios polarizados se estaciona al lado. Rompen el vidrio trasero, en menos de diez minutos se lo llevan”, relata. El vehículo utilizado por el delincuente tenía encargo por robo en la comuna de El Bosque, en Santiago, y fue identificado horas después cruzando por los pórticos de control hacia la capital. A pesar de contar con estos antecedentes, Zavala afirma no haber recibido ningún tipo de contacto ni apoyo de parte de Carabineros, ni del municipio, ni del Ministerio de Seguridad Pública. Somos funcionarios públicos y nadie nos protege”, denuncia con frustración.
La sensación de abandono es compartida por sus compañeras. Diana Soto explica que su vehículo era una herramienta indispensable, no solo para su trabajo, sino también para llevar a sus hijas al colegio. “Esto no es solo un tema económico, hay una afectación profunda en nuestra calidad de vida y en nuestra salud mental. Lo más doloroso es que no se ve un plan, una acción concreta. Parece que se ha normalizado que a los trabajadores nos roben”, lamenta.
El relato de Karin Rey confirma que estos hechos no son aislados. A ella le robaron su auto el 30 de enero desde el exterior del CESFAM 1. “Llamé a Carabineros, esperé más de una hora. Fui yo quien tuvo que ir a la PDI y hacer el seguimiento por mi cuenta. Se ve en las cámaras cómo cuatro personas se bajan de un furgón, rompen el vidrio y se lo llevan en minutos. El auto fue detectado horas después rumbo a Santiago. Hasta hoy, no hay responsables”.
La zona que rodea a los CESFAM de Rancagua parece haberse convertido en un punto ciego de la seguridad pública. Calles como Recreo y Avenida República de Chile, donde suelen estacionarse tanto funcionarios como pacientes, ofrecen una vía rápida hacia la carretera, lo que facilita la fuga de los delincuentes. “Ya no se trata solo de trabajadores. Un paciente también fue víctima de robo, al igual que otras jefaturas y personal de SAR. No podemos seguir trabajando con miedo”, añade Zavala.
Las entrevistadas coinciden en una crítica directa: la falta de acción y coordinación de las autoridades locales y regionales. “Tienen los antecedentes, las cámaras. Y aún así, somos las víctimas quienes debemos mover el proceso, presionar, insistir. ¿Qué más tiene que pasar para que reaccionen?”.
El llamado de estas mujeres no es solo a la empatía, sino a una respuesta urgente. Mientras los hechos se repiten y las causas se cierran sin avances, la comunidad sigue expuesta. “Hoy fuimos nosotras, pero mañana puede ser cualquiera. No podemos cambiar de canal como si nada. Es hora de actuar”, concluyen.