El regreso a clases tras las vacaciones marca un periodo de transición que impacta de manera distinta a cada estudiante. Según el Ministerio de Educación (Mineduc), más de tres millones de escolares en Chile retornarán a sus establecimientos educacionales en marzo de este 2025, enfrentando cambios que pueden generar diversas emociones.
“En la etapa de niñez, aproximadamente entre los 6 y los 12 años, esperamos que niñas y niños estén principalmente interesados en jugar y aprender, lo que les permite desarrollar habilidades cognitivas, motoras y sociales. Posteriormente, en el periodo adolescente, el énfasis estará puesto en el descubrimiento de la propia identidad y el establecimiento de relaciones sociales con mayor sentido de pertenencia”, explica Valentina Morales Arriagada, directora de la Clínica Psicológica de la Universidad Andrés Bello, sede Concepción.
Si bien la adaptación al ritmo escolar suele darse en el corto plazo, en algunos casos pueden aparecer dificultades emocionales, sociales o de aprendizaje. “Un reciente estudio publicado por Frontiers in Education, realizado con estudiantes chilenos, muestra altos niveles de prevalencia de sintomatología ansiosa, depresiva y estrés post pandemia”, señala Morales.
Entre las principales alertas a considerar están los cambios en el estado de ánimo y la inestabilidad emocional. “Es normal experimentar cierta ansiedad o nerviosismo en los primeros días de clases, pero debemos estar atentos cuando observamos irritabilidad o cambios bruscos de humor, tristeza persistente, apatía o falta de interés en actividades que antes se disfrutaban”, advierte. Asimismo, alteraciones en las rutinas, como insomnio, dormir en exceso, falta o aumento de apetito, y quejas físicas recurrentes pueden estar relacionadas con altos niveles de ansiedad o estrés.
En el plano social, Morales indica que “si una o un estudiante presenta excesiva resistencia frente al regreso a clases, evita el contacto con sus compañeros, deja de participar en actividades grupales o muestra señales de temor a interactuar con otros, podría estar sufriendo dificultades emocionales o ser víctima o testigo de bullying”.
Por otro lado, las dificultades académicas también pueden ser un indicio de malestar. “Una caída en las calificaciones, problemas para seguir instrucciones o para completar tareas pueden indicar que el niño enfrenta con dificultad desafíos de aprendizaje o emocionales”, añade la especialista.
Para abordar estas dificultades, Morales recalca la importancia de la observación, el diálogo y el apoyo. “Hablar con ellas y ellos en un ambiente seguro, validar sus sentimientos y facilitar la comunicación con sus profesores puede ser clave para ayudarles a enfrentar sus dificultades y marcar la diferencia en su bienestar”, puntualiza.
Si las señales persisten o se intensifican con el tiempo, podría ser necesario buscar ayuda profesional. “Debemos recordar que, en el ámbito de la salud mental, la prevención y la intervención temprana son fundamentales para evitar que dificultades transitorias se conviertan en problemas crónicos que afecten el desarrollo futuro”, concluye.
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