La autoridad máxima de un municipio es, en muchos sentidos, la autoridad con poder de decisión más cercana a la ciudadanía, y los vecinos de las comunas lo saben, y lo hacen sentir.
Más allá de las atribuciones o funciones que determina la Ley y la Constitución, la gente espera que la autoridad comunal resuelva prácticamente todo, salud, educación, planificación urbana y desarrollo territorial, transporte, calidad de las calles, jardines, plazas y áreas verdes, y, por supuesto, seguridad, además de un interminable y omnicomprensivo etcétera.
¿Cómo se responde ante esas expectativas? Y ¿Qué pasa si se defrauda la confianza de una comunidad?
En nuestra región tenemos ejemplos demasiado frescos en la retina de comunas que son completamente defraudadas por sus autoridades, San Fernando primero y Rancagua luego fueron noticia nacional con alcaldes en prisión preventiva mientras son investigados por graves irregularidades y delitos, y los vecinos de ambas ciudades tuvieron han debido asistir al triste espectáculo del desfile por tribunales de quienes fueron electos para servirlos. La combinación de altas expectativas y resultados paupérrimos resulta en una pesadilla para la comunidad y para las instituciones, pero, lamentablemente, no parece preocupar a la clase política, que, a juzgar por como enfrentan las elecciones que se aproximan, simplemente asume que la ciudadanía les seguirá eligiendo por alguna razón ignota.
El alcalde, en teoría, administra un presupuesto municipal, y organiza un municipio a efectos de cumplir con sus obligaciones legales en torno a prestar servicios a su comunidad, pero, su rol es más amplio que eso, y debiera liderar una coordinación intersectorial con el resto del aparato estatal en su territorio. ¿Cumplen esos estándares nuestros ediles?, ¿Acaso esas son las razones que definen nuestros votos?
La falta de educación cívica, y la información interesadamente ambigua que entregan las autoridades en campaña contribuyen a que la ciudadanía no evalúe a sus dirigentes de acuerdo a lo que éstos deben hacer, sino a las expectativas generadas por una idea distorsionada sobre sus facultades o atribuciones, lo que, sumado a administraciones desastrosas, van minando seriamente la confianza de los ciudadanos en aquellas autoridades llamadas a ser las más cercanas a sus necesidades y a devolver la fe de los chilenos en su sistema democrático.