Cada nuevo año nos formulamos una serie de deseos, de los más variados tipos y alcances, tanto de carácter individual, como colectivos.
Al definirlos, lo que estamos haciendo es asumir que los podremos alcanzar, logrando con ello sin proponernos, un estado de ánimo positivo motivado por la confianza, ilusión y optimismo que dichos deseos, aún no realizados nos provocan.
Las ocasiones ideales para formularse estas pretensiones, que no son otra cosa que metas por lograr, son el cumpleaños y el año nuevo, en especial está última celebración, ya que marca sin duda alguna un cambio de ciclo.
Como es lógico, en la vida de los seres humanos no todo lo que nos proponemos lo logramos, lo que provoca, en mayor o menor medida desesperación, la que no es otra cosa que el desvanecimiento de la esperanza, la que va de la mano del desánimo, el desaliento y el abatimiento.
Pero hay aún algo peor, la desesperación, entendida como la pérdida total de la esperanza, provoca en ocasiones, al no lograrse lo que se quiere, angustia, pesimismo, impaciencia y enojo.
Si todo lo expuesto lo circunscribimos a los deseos personales de cada uno de nosotros, el grado de complejidad disminuye, ya que la situación queda radicada en una persona y su grupo más cercano.
El gran problema es como satisfacer las esperanzas de la sociedad en su conjunto, algo que es altamente complejo, ya que como sabemos, las necesidades son siempre múltiples. Baste como ejemplos de ello la educación, la salud, la previsión y la seguridad ciudadana, entre otras muchas.
El enfrentar y satisfacer las esperanzas colectivas de los integrantes de la sociedad, es algo que recae fundamentalmente, en términos de su responsabilidad, en las autoridades. Los ciudadanos “de a pie”, es poco lo que podemos hacer, excepción hecha del pago de impuestos y del voto en las elecciones, que marcan en diferentes niveles el tipo de gobierno, nacional, regional o comunal, que nos regirá.
No debiéndose olvidar la complejidades que presenta el logro de ellas, al verse aumentadas en los tiempos actuales, por una sociedad cada vez más demandante.
Ahora bien, volviendo al aspecto individual, no sé bien cómo enfrentar el no logro de las aspiraciones. Quizás sea adecuado no formularse deseos imposibles de lograr, para no caer en la desesperanza o aún peor, en la desesperación, ahora bien, si lo hacemos, muy probablemente desaparecerán nuestro sueños.
Usted decide que es peor.