Durante la pandemia del COVID 19 a comienzos del año 2020 la educación en el mundo sufrió un cataclismo en su forma y fondo en lo que comúnmente se conocía. Las clases presenciales se suspendieron y por ende la forma de llegar con educación y aprendizajes a millones de hogares fue un reto para profesores, estudiantes y familia. Además, se sumaron las brechas en accesibilidad a internet que enfrentaron muchos estudiantes, sumado a que muchos no contaban con herramientas tecnológicas que apoyaran su proceso de aprendizaje. En este sentido era crucial recuperar rápidamente los aprendizajes perdidos, es por eso que se implementa en el sistema escolar chileno, la priorización curricular, dando mayor flexibilidad y autonomía a las comunidades educativas de escoger elementos esenciales de currículum y dar énfasis a su implementación en el aula.
Los datos que hoy manejamos son alarmantes. Según datos del MINEDUC, los establecimientos educaciones que más días tuvieron clases presenciales en el año 2020 y 2021 arrojaron mejores resultados que los colegios que permanecieron con sus salas vacías. Claramente, estos mismos resultados arrojan que los colegios particulares pagados exhibieron un número significativo de mayores días de aperturas que los colegios públicos y subvencionados. Como consecuencia de aquello, se observa una correlación negativa entre días de apertura y probabilidad de deserción o abandono escolar. Esto también trae consigo un preocupante ausentismo escolar registrado durante el presente año.
Si a esto le sumamos una mayor brecha de aprendizaje por nivel socioeconómico, la realidad solo empeora. En términos dinámicos, mayor abandono, menores competencias académicas y mayor desigualdad. Esto claramente, requiere de una atención urgente. Se necesita de voluntad política para enfrentar esta catástrofe educativa.
La hace un par de semana el MINEDUC dio a conocer la triste cifra de 50.000 estudiantes que han desertado del sistema escolar. Como sociedad nos preguntamos, ¿Qué acciones tomará el ministerio para disminuir la desescolarización?, sin duda, son números alarmantes. Todo esto se relaciona a que los jóvenes de sectores más vulnerables no van al colegio, aumentando no tan solo las brechas en los aprendizajes y en las oportunidades para un mejor futuro, sino que un aumento en delitos, consumo de drogas y pobreza.
Las advertencias de esta catástrofe educativa fueron ampliamente difundidas, se procuró urgentemente volver a clases presenciales, con todos los resguardos necesarios. Chile fue el único país de la OCDE que tuvo el mayor tiempo de suspensión de clases presenciales y los resultados son evidentes.
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