¿Qué es lo mejor para Chile? Ciertamente no es el camino de esa ultraderecha violenta y medieval, que hasta reniega de la ciencia y del cambio climático como la de Kast. Ni Tampoco el de esa izquierda que se atrapó en una radicalidad cándida, y que busca, como han dicho los voceros y operadores de Boric, hacer de la inestabilidad el motor del cambio. Tampoco lo mejor es volver al «desarrollo en la medida de lo posible», que representa Yasna y su círculo de asesores y operadores anclados en la nostalgia del neoliberalismo feroz de los noventa.
Entre todos esos caminos de exceso y defecto, esta candidatura, la nuestra, les propone uno distinto. El camino de la templanza. Mesura que nos ha dado la experiencia y la preparación de quienes hemos analizado este desafío, el de gobernar Chile, durante años y desde todos sus ángulos. Mi presidencia construirá un camino de gobernabilidad que nos permitirá descansar de tanta violencia y de tantos vaivenes, para, desde esa estabilidad, construir nuestro propio desarrollo, para todas y todos.
A la ultraderecha no se le vence con ultraizquierda, porque la violencia llama a la violencia. Satán llama a Satán. A la ultraderecha se le vence con una templanza valiente y perseverante. Se le vence con la fuerza de la razón. Eso es lo que yo quiero inspirar y representar, a eso me comprometo como Presidente de Chile. No tengo tatuajes, pero tengo cicatrices que dan cuenta de mis renuncias, mi experiencia y mi resistencia.
Claro que compartimos horizontes con Yasna y Gabriel. De hecho, nosotros los empujamos primero y pagamos los costos políticos por ese atrevimiento, pero aprendí. Aprendí que lo mejor para Chile es crecer con dignidad, y que, sin estabilidad, cualquier cambio caerá en un saco roto. No vamos a inventar la pólvora y vamos a comenzar por el principio: Pega y plata en el bolsillo de las clases medias y de los más pobres. Y lo haremos con un plan simple, con un New Deal, como el que hizo Roosvelt en EEUU. Vamos a intervenir mucha plata adentro de Chile para reactivar la economía, alicaída después de la crisis social, económica y pandémica que hemos vivido durante los últimos dos años. Mi compromiso de gobernabilidad y paz social, es hacer que el Estado haga su pega. No que la gente le haga la pega al Estado. Vamos a endeudar responsablemente el Estado, pero no a la gente. Vamos a redistribuir con justicia las cargas impositivas y vamos a activar un plan a 100 días centrado en el trabajo y la ayuda social.
Asesores de Boric han declarado que no ven la hora de llegar al poder, para hacer las cosas que han escrito en sus estudios. Pero la gente no está para que vuelvan a experimentar con su vida. Ya sabemos lo que pasa cuando las élites económicas se ponen a ensayar sus tesis universitarias con la economía de un país. Lo hicieron los Chicago Boys y dudo que los chilenos quieran tropezar dos veces con la misma piedra. Chile, seguirá siendo un país hiper-presidencialista, hasta que la Convención se pronuncie, y será el o la presidente, quien corte el queque en lo político y lo económico. Por eso no es chacota no entender las cifras en temas estructurantes del país, porque eso demuestra impericia y aumenta la angustia de sentir que un presidente será sobrepasado por sus operadores y asesores.
Tratar de gobernar un país desde la impericia o la inestabilidad, son saltos al vacío que pueden permitirse solamente las élites, pero no la gente normal. La mayoría de los chilenos y chilenas, no tienen plata para una segunda oportunidad, ni para pagar los riesgos que deciden otros. Entonces ¿Qué es lo mejor para Chile?
Pues una gobernabilidad como la que propongo. Que no tome riesgos absurdos. Que prometa y valore la estabilidad para el cambio social y económico. Que se comprometa a cuidar el cambio que está escribiendo la Convención. La gobernabilidad de una persona que se ha preparado por años, rodeada de gente nueva, sin operadores políticos y sin anclas, para tomar, con libertad, las decisiones que Chile necesita para volver a la senda de la paz y el desarrollo, pero ahora, para todas y todos.
Marco Enríquez-Ominami.