Tras más de una década en que diversos especialistas han planteado la urgencia de ocupar el agua de mar en Chile como factor de producción multipropósito de recursos hídricos, el gobierno anuncia el impulso de los proyectos de desalación.
Los sucesivos decretos de emergencia ante la sequía; los números angustiosos que reafirman la incertidumbre para el desarrollo agroindustrial de las regiones; la vulneración de la garantía del agua para el consumo humano, son parte de la realidad aplastante que forzó a la autoridad a fijar este camino como prioritario.
Ahora, debemos ver de cerca la capacidad de gestión administrativa y la fuerza en que los territorios se organizan para que prime la celeridad, la idoneidad técnica, la pronta gestión de los Ministerios, del gobierno regional, del delegado presidencial, los Municipios, entre otros.
Las obras públicas de la magnitud proyectada, como sistemas de desalación entre Coquimbo y el Maule, implican una alianza público-privada que sea capaz de materializar en el próximo quinquenio al menos 10 m3/seg de agua con inversiones de más de US 1500 millones. En el horizonte estará también la región metropolitana.
No estamos inventando nada nuevo. Estamos atrasados. Hoy se estima en unas 20 mil las plantas desaladoras que están operando en el mundo, en 150 países, con 80 millones de M3 diarios que benefician a más de 300 millones de personas.
En la región de O’Higgins proyectar la desalación multipropósito significará asegurar la producción vitivinícola y de cerezas, entre otros productos y más de 20 mil hectáreas sólo en el secano costero para la agricultura. Miles de empleos y centenares de nuevos emprendimientos, así como asegurar el agua a todas las comunidades, en las urbes y el mundo rural
Las Mineras, como el Teniente de CODELCO, puede también beneficiarse con la seguridad hídrica, a través de la descompresión del agua dulce que precisa de la alta montaña para sus operaciones y planes de expansión, contribuyendo incluso con “Swap de agua” como modelo de optimización económica y social, de manera que se invierte en desalación para beneficiar a las comunidades aledañas y así ocupar el agua de la altura, sin necesidad de impulsión y los costos que genera en construcción y energía.
Tuvimos que esperar desde los tiempos de la guerra del pacífico hacia 1879 cuando ya en Iquique se instaló la primera desalación, para recién ahora recibir este “anuncio” de directriz estatal. Confiamos en que de las palabras pasemos a los hechos, pues ya sabemos que en los meses finales de los gobiernos resaltan las promesas de iniciativas que quedan en eso, meros “anuncios”. El agua es un derecho humano, no puede esperar.