Los días que corren nos muestran una peligrosa ausencia de autoridad por quienes nos gobiernan o administran, desde la base local hasta la cima del Estado. Las normas constitucionales y legales que imponen conductas públicas obligatorias, suelen no acatarse y quienes tienen el mandato de hacerlas cumplir por la fuerza, se abstienen de verificarlo.
El Estado de Derecho flaquea, se impone una sensación de desobediencia e impunidad que se consolida, generando una incertidumbre contraria al interés nacional.
El ejercicio del poder requiere la convicción que se alcanza para mandar e imponer la ley, y eso requiere carácter, fortaleza, visión de futuro, renuncia del interés personal. El don de mando no se adquiere, se nace con él, y quien no lo tenga, y hablo tanto de hombres como de mujeres, es más sano que no alcance posiciones de poder, el que no ejercerá plenamente, con daño para la sociedad.
Un elemento adicional para este examen, es no confundir poder con autoridad. El poder es objetivo y formal, se obtiene en nuestro régimen democrático, sea directamente por el voto popular, sea por designaciones hechas por los órganos superiores del Estado. La autoridad es subjetiva y material, se alcanza por el prestigio y admiración que una persona alcanza, porque inspira respeto, lo que inclina a la sociedad a seguir y cumplir sus directrices.
El ideal es ejercer el poder con autoridad, y eso está falente. Es lamentable presenciar personas dotadas de poder, con las facultades que el ordenamiento jurídico le otorga, más aun en un régimen presidencialista, sin que aquéllas se ejerzan plenamente. Y peor aún, observar que cuando se quieren ejercer, no son acatadas, a ciencia y paciencia de los mismos gobernantes, lo que demuestra su ausencia de autoridad.
La normativa que limita la labor policial (RUF), exponiendo a sus miembros a ser lesionados sin que puedan usar el armamento que la república les da para su trabajo, cuando observamos cuarteles policiales asaltados sin que los gobernantes reaccionen ante tamaña ilicitud, la falta de autoridad salta a la vista. Un ejemplo notable es la debilidad mostrada en la Araucanía, que permite la existencia de bandas armadas que dominan territorios a su amaño, y la respuesta del gobierno es “establecer mesas de trabajo”, es decir, renuncia a ejercer su poder, con grave perjuicio de la comunidad regional. O llamando al diálogo, como si se pudiera conversar con terroristas. Debilidad por ausencia de autoridad.
Reviso la lista de los precandidatos a la Presidencia de la República, hombres y mujeres, y no veo a ninguno con las condiciones necesarias para remediar el mal actual, todos tímidos, tienen el mismo discurso fácil, son “más de lo mismo”, y eso inquieta profundamente. Carecen de autoridad.
El más grave mal que enfrentamos es la ausencia de autoridad, y con pesar no observo señales que pueda ser remediado en el corto plazo.