Ingresé por estos días, hace ya treinta años a militar a la Juventud Socialista (JS). Tenía apenas 19 años y cursaba mi primer año universitario. Me atrajo la JS porque tenía un discurso más sensato y original que el de las Juventudes Comunistas y porque siempre he creído que Chile merece una institucionalidad habermasiana resultado de una conversación entre todos y no como acostumbramos, fruto de la violencia de unos contra otros: allí están las constituciones de 1833, 1925 y 1980 como símbolo de un orden mal hecho.
La segunda razón era más egocéntrica: los pocos socialistas que conocía eran jóvenes que tenían un alto rendimiento académico y constituían por entonces, entre esa muchedumbre que solo masticaba rabia, una excepción. Para mi ser socialista era sinónimo de inteligencia, de prestigio y audacia y de acosar a la dictadura donde más le dolía.
Era 1986 y mis compañeros me postularon a la federación de estudiantes porque la flojera y las malas notas constituían parte del ADN de la izquierda universitaria en Talca. Ya era delegado de curso y un buen estudiante aunque jamás había hablado en público. Recuerdo que ganamos la federación y al año siguiente fui vicepresidente de mi centro de alumnos. Por entonces, una época de mucha tensión y riesgo, forje amistad con compañeros cuyo afecto y aprecio mutuo ha sobrevivido el paso del tiempo.
El PS, en los duros años 80’, no solo constituyó mi domicilio político, sino mi familia.
No es casual que gran parte de mis trabajos académicos y estudios tuvo como centro a la colectividad. Mis momentos de más pleno desarrollo intelectual y afectivo los pasé en el PS y allí fue donde conocí grandes amigos de los cuales soy, y seré un eterno agradecido.
Como no recordar y agradecer la fraternidad y el cariño de Lucho Vergara, Adolfo Lara con quien comparto una amistad que traspasa la militancia política, Luis Arredondo, maestro y amigo. De mis compañeros de universidad: Agustín, Hugo, Ricardo, Froilán, Juan o el chino Arriagada. Lucho Pérez (Martín), nuestro enlace por esos años. También la de Arturo Barrios, Fischer, Marcelo Díaz, Guido Camú, Lautaro Videla, Hernán Coloma, Milton Lee o las notables conversaciones que tuvimos junto a Rosita con Carlos Altamirano. Por ultimo reconocer mi deuda y gratitud con un gran maestro, amigo y socialista ejemplar: Gonzalo Martner.
Abandonó el PS expresando mi eterno reconocimiento hacia sus militantes. Estoy seguro que, tarde o temprano nos reencontraremos en nuevas y viejas luchas.
Lo pensé mucho y crean que no ha sido una decisión fácil: romper con parte de mi propia historia, luego de haber dado por décadas batallas por construir un socialismo con personalidad regionalista. Pero fracasamos. Pudo más el centralismo (otro resabio estalinista) y la oligarquización del PS.
La dirigencia desde hace diez años transformó al PS en el nuevo partido radical, una agencia de empleos, copada por una legión extranjera habida de cargos y con un desprecio absoluto por el patrimonio valórico e histórico de la organización. Pero no es su culpa, la responsabilidad es de los parlamentarios locales que tienen al partido en el estado deplorable en que está hoy. Nos convocan nuevas batallas y la construcción de una fuerza regionalista (MIRAV), es una de ellas.
Compañeros y compañeras, mi gratitud para ustedes. Hasta pronto, ¡venceremos!