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Columnas de Opinión

El sofista Protágoras y Eulato, su discípulo

VIERNES, 17 DE ENERO DE 2014
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Columna de Opinión



Durante el siglo V A. de C., Grecia experimentó un notable auge económico con el consiguiente crecimiento de las ciudades. En Atenas, el advenimiento de un nuevo estilo de administración política, al que se le dio el nombre de Democracia, terminó por alterar la forma de vida tradicional, obligando al ciudadano común a asumir un mayor compromiso en los asuntos del Estado. Surgió, en consecuencia, la necesidad de preparar a la juventud en tareas que la educación formal -existente a la fecha- no contemplaba.

En ese contexto surge la figura del Sofista (o “Maestro de Sabiduría”), quien cobraba subidos estipendios, por enseñar a los jóvenes pudientes a desenvolverse en los tribunales y asambleas, mediante el arte de litigar lo que suponía saber argumentar para convencer a los jurados y a las masas.

Si bien, los Sofistas contribuyeron positivamente al estudio de temas de Educación, Política, Retórica, Derecho, Lógica y Gramática; también es cierto que se complacieron, excesivamente, en juegos puramente verbales, dándose maña para convertir “en fuerte el argumento débil y en débil el argumento fuerte” (como se dice en la Apología de Sócrates); es decir: presentando lo falso como verdadero y viceversa.

En esa línea argumental abusaron de las paradojas que son aquellos razonamientos que, partiendo de una premisa verdadera se distorsionan al introducir vicios de procedimiento silogístico y finalmente se llega a conclusiones lógicamente contradictorias.

Uno de los Sofistas de mayor fama fue Protágoras, de quien se cuenta la siguiente anécdota:

Siendo Eulato un joven de gran inteligencia pero de escasos recursos económicos, Protágoras acepto enseñarle el arte de litigar quedando de acuerdo en que Eulato pagaría sus honorarios cuando ganara su primer juicio. Pasaban los años y Protágoras no recibía pago alguno.

Finalmente, Protágoras lo demandó y exigió el pago de sus honorarios.

Durante el proceso Protágoras argumentó de la siguiente manera: “Eulato, en este su primer juicio, ha de ganar o perder. Si lo gana deberá pagarme en base a nuestro convenio. Si lo pierde estará obligado a pagarme en base a la misma sentencia de los jueces. Por lo tanto, en cualquiera de los dos casos, Eulato deberá pagarme”.

A lo cual responde Eulato con la siguiente argumentación: “En este, mi primer juicio, he de ganar o perder. Si lo gano entonces, en base a la sentencia de los jueces, me libraré de pagar los honorarios. Pero si lo pierdo, entonces, en base a nuestro convenio, me libraré de pagar los honorarios; porque el convenio me obliga a pagar solo si yo gano mi primer juicio (y este es mi primer juicio). Por otra parte, me libera de esa obligación si lo pierdo. Por eso, en cualquiera de los dos casos, me liberaré de pagar los honorarios a Protágoras”.

Sin duda, Eulato resultó un discípulo aventajado.

 

 

Profesor Ulises Toledo Nickels.

               Instituto IPG


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