Cincuenta años no es nada

Unos días atrás nos juntamos un grupo de ciento cincuenta personas, a conmemorar medio siglo desde que iniciamos nuestra vida profesional, ocasión que se convirtió, sin que lo percibiéramos, ni menos lo previéramos, en un verdadero viaje por un túnel del tiempo.

El primer impacto al reunirnos, fue volver a abrazar a más de algún amigo que por tantos años estuvo físicamente ausente de nuestras vidas, descubriendo al hacerlo, que el tiempo se había detenido, ya que nuestra unión espiritual seguía vigente, con la misma fuerza de hace cinco décadas.

Brotaron también inmediatamente los recuerdos de un proceso formativo, que nos permitió, no solo convertirnos en profesionales, sino que fundamentalmente en personas de bien, bajo la atenta mirada de quienes nos formaron, los que pese a los años, también estaban presentes, dando fe que esa gigantesca obra que es formar seres humanos, la habían realizado eficientemente.

Los presentes en la ceremonia, percibimos la magnitud del momento, al aparecer delante de nuestros ojos, casi mágicamente, las imágenes de un pasado que demostraban que nada había sido en vano, que el fruto de nuestras obras estaba a la vista, provenientes de un pasado que al hacerse presente, justificaba lo vivido.

Por unas horas volvimos a pretéritos tiempos, al origen de nuestros sueños y esperanzas, que a lo largo de cincuenta años gradualmente se fueron convirtiendo en realidad.

A nuestro lado estaban esos amigos, que independiente de sus humanos problemas, demostraban a través del brillo de sus miradas que las satisfacciones que le había dado la vida, justificaban haber recorrido tan largo camino. También estuvieron presentes aquellos que con dificultades de salud, compartieron el momento alegremente, sin contarle a nadie sus padecimientos, por temor talvez,  a empañar tan agradable momento.

Los años no pasan en vano, no estaban físicamente los que se anticiparon en partir al más allá, pero fueron recordados uno a uno, en un especial homenaje a sus familias.

No se sí existe la magia o una dimensión desconocida, pero de no existir, no tengo como explicarme lo vivido, al menos que sea la mano de Dios, la que por tantos años, guió los pasos de este grupo humano, dotándolo de una unión indisoluble.

Si existiera alguna duda de los sentimientos que afloraron en tan especial reunión, baste para dar certeza de ello, el gran número de testigos de fe presentes, nuestros queridos familiares, algunos de los cuales según su edad, además recorrieron parte importante del camino a nuestro lado.