Si bien, oficialmente la es el 10 de mayo el Día de la Madre, en Chile -por razones comerciales y familiares- se celebra cada segundo domingo de mayo, en una fecha que combina afecto, agradecimiento y memoria, teniendo sus orígenes que se remontan a las civilizaciones antiguas y ha ido transformándose culturalmente con el paso del tiempo.
Las primeras celebraciones registradas se remontan a la Antigua Grecia, donde se rendía culto a Rea, madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. En Roma, la festividad era adoptada como la “Hilaria”, en honor a Cibeles, diosa madre, y se celebraba durante tres días con ofrendas y festejos.
Con el avance del cristianismo, la tradición se cristianizó en Europa como el “Domingo de las Madres”, que coincidía con una jornada en la que los fieles volvían a su iglesia madre para celebrar la figura materna.
El Día de la Madre moderno tiene sus raíces en Estados Unidos. Fue Anna Jarvis quien, en 1908, organizó el primer homenaje formal en memoria de su madre fallecida, una activista que promovía mejores condiciones para las mujeres. Tras años de campaña, en 1914 el presidente Woodrow Wilson proclamó oficialmente el segundo domingo de mayo como el Día de la Madre en EE.UU.
Desde entonces, la conmemoración se ha extendido a muchos países, incluyendo Chile, donde también se celebra el segundo domingo de mayo, aunque durante décadas se conmemoró el 10 de mayo, como en México y otros países latinoamericanos.
Hoy, más allá de las flores y los regalos, el Día de la Madre representa una oportunidad para reconocer el rol fundamental que desempeñan las madres en la sociedad, así como para reflexionar sobre los desafíos que aún enfrentan en materia de equidad, corresponsabilidad y derechos.