Por Belén Navia
Según el detalle entregado por la Fiscalía de Rancagua, la PDI investiga el hecho como un robo con doble homicidio con arma de fuego a través de la Brigada Investigadora de Robos de Chile y la Brigada de Homicidios.
La luna llena iluminaba los campos de Graneros como un testigo silencioso de la desgracia que estaba por desplegarse. En una parcela rodeada de caballos y tierras fértiles, donde la vida solía transcurrir entre el trabajo honrado y la pasión por la tradición, el destino tejió su trama más oscura. Rodrigo González Aguirre y María Carolina Calleja Lucero, almas incansables y queridas, fueron arrebatados en la madrugada por la violencia que invade la región.
El reloj marcaba las 03:30 horas cuando un grito ahogado se perdió en la línea telefónica. Carolina, con el alma en un puño, alcanzó a marcar a Carabineros. La llamada se cortó, dejando su súplica suspendida en el aire. Rodrigo también intentó pedir auxilio, pero la dirección de su hogar quedó en la incertidumbre. La ayuda no llegó a tiempo. Cuando finalmente las luces de la patrulla encontraron el camino, los delincuentes ya se habían escapado de aquella casa, dejando a dos hijos sin sus padres.
Quiénes eran
Maria Carolina Callejo Lucero, de 51 años, era la encargada de familia del Colegio La Cruz. Cercanos a ella, la describen como un faro de ternura en la comunidad educativa, tejía lazos entre familias y alumnos.
“Llevábamos once años juntas, ella siempre con una palabra de aliento, con una sonrisa, nos acompaña en nuestros momentos difíciles”, comenta una apoderada del establecimiento.
Su alegría se podía apreciar en los pasillos del colegio, sus consejos y apoyo, ayudaban a las familias a superar no solo procesos académicos, sino que también en su vida personal, pero la pena se ve empañada por la ira que sienten no solo los apoderados, sino que cada ciudadano de la región. “Tenemos mucha impotencia, porque hay nos matan a sangre fría y quedan impune”
Rodrigo, heredero del temple de su padre, el campeón de rodeo Ramón González, había dedicado su existencia a la tierra y a los caballos. En su sangre corría la pasión del huaso, el coraje del jinete y la lealtad del hombre de campo. Su empresa «Rodeo Soluciones Integrales» fue su manera de devolverle al rodeo lo que este le había dado. Ambos eran el reflejo de la nobleza de su gente y junto a su esposa eran propietarios de la Agrícola Los Cruzados.
Como jinete fue participante en ocho oportunidades del Campeonato Nacional de Rodeo y finalista dos veces, fue jurado del Campeonato Nacional, presidente y director del Club Rancagua y de la Asociación O’Higgins, director de la Corporación de Rodeo de Rancagua, fue coordinador general 57° Campeonato Nacional de Rodeo.
En el presente, se desempeñaba en Ferochi como monitor de jurados y delegado rentado, donde cumplió su última función en el reciente Clasificatorio de Los Angeles y además había montado la empresa «Rodeo Soluciones Integrales» en la que apoyaba a personas jóvenes y experimentadas del mundo huaso que necesitaran ayuda en diversas áreas.
La casa en la que vivían, su refugio, se convirtió en una trampa mortal. Afuera, el cuidador de los caballos, testigo impotente, intentó socorrerlos, pero las órdenes fueron claras: no podía entrar.
Vecinos del sector recuerdan un auto negro, con la patente oculta, rondando como un espectro acechante. Rodrigo, siempre atento, lo notó y alertó a la comunidad. Pero el destino no se doblega ante las precauciones. Aquella noche, la muerte llegó con pasos sigilosos, y cuando la madrugada se vistió de sangre, el eco de sus nombres quedó flotando en la brisa helada del amanecer.
Sus hijos, lejos en Santiago, se libraron de la pesadilla, pero despertaron en un mundo donde sus padres ya no estaban. Ahora, son herederos de un dolor sin consuelo y de una historia de lucha y sacrificio que no debía terminar así.
La región está de luto, porque ha perdido a dos de los suyos. Con rabia y tristeza se siente el ambiente en O’Higgins porque el hogar del matrimonio, debió ser un lugar seguro, pero no pudo protegerlos.