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Editorial

La confianza

SÁBADO, 25 DE ENERO DE 2025
Publicado por

David Pellizzari



En medio de la discusión de la reforma al sistema de pensiones una propuesta llamó profundamente la atención de muchos. En la negociación para llegar a un esquivo acuerdo que Chile espera por años, se construyó la idea de que el Estado recibiera un “préstamo” para lograr mejorar las pensiones de los actuales jubilados, pero lo verdaderamente curioso es el origen de ese préstamo, pues la propuesta señala que seríamos los propios ciudadanos, quienes se encuentran activos en el mundo laboral, los que aportaríamos los recursos para que el Estado pueda subir en algunos puntos porcentuales las actuales pensiones que el actual sistema no ha logrado cubrir satisfactoriamente.

Si, leyó bien amable lector, los chilenos le prestaríamos dinero al Estado.

Al margen de lo ya analizado en ediciones anteriores de El Tipógrafo en cuanto a por qué debemos los ciudadanos salir al rescate de un fisco sobre endeudado y falto de recursos por falta de crecimiento y “fallas de cálculo”, surge también una reflexión incluso más sombría de cara al futuro del país.

Según algunos sondeos de opinión pública, más del 65% de los chilenos no tiene confianza en que el Estado devuelva esos recursos, casi dos tercios del país asume que será “plata perdida” como se diría en buen chileno ¿Cómo llegamos a ese nivel paupérrimo de confianza en las instituciones? ¿Cómo es que ni siquiera creemos que el estado nos devolverá lo que le prestamos?

La confianza es la “esperanza firme que se tiene en alguien o algo” supone la casi total convicción de que se cumplirá lo comprometido o esperado y ciertamente todos sabemos que, entre las personas, se construye a lo largo de los años de relación, comprensión, y cumplimiento, pero que se puede perder en un instante.

¿Cuándo perdimos la confianza en nuestro Estado? ¿Fue un hecho puntual el que produjo ese resultado, o contrariamente a los que entendemos usualmente, se trató de un proceso de deterioro largo y tortuoso? Y muy importante también ¿Se puede recuperar y cómo?

No parece tarea fácil encontrar un punto de inflexión específico en nuestra historia que pueda ser sindicado como el “culpable” de tamaña aberración social y, mas bien parece que debemos rendirnos ante la opción de que a través de años, décadas incluso, los chilenos fueron perdiendo la esperanza de que el Estado cumpla lo que promete.

En ese escenario de desconfianza resulta difícil construir soluciones que involucren la acción directa del Estado y también se hace imperioso que la clase dirigente tome nota de la precariedad en que se desenvuelven y sus riesgos para la estabilidad del país.


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