Se trata de una de las frases más desprestigiadas de las últimas décadas, y sin embargo, en el contexto de un proceso constitucional fracasado y otro a punto de naufragar también en la tempestad impuesta por los extremos, cobra nueva vigencia.
El ex Presidente Patricio Aylwin modulaba las expectativas y racionalizaba el entusiasmo provocado por el retorno a la democracia tras el triunfo del No en el plebiscito de 1988 y su victoria electoral en 1989, señalando que se avanzaría en justicia “en la medida de lo posible”. Sin embargo, con los años, la frase fue adquiriendo una connotación negativa para sectores de una Izquierda que nunca quiso el tránsito a la democracia en paz y se usó luego para denigrar el legado de su gobierno, extrapolándola a toda su gestión y los avances que logró desarrollar.
La frase no tenía otro propósito que reflejar, con realismo y pragmatismo, que en democracia, especialmente una frágil producto de las condiciones que debían respetarse como precio para recuperarla, se debe avanzar con responsabilidad, sin embargo fue elegida por un extremo de nuestro sistema político, como el epítome de una transición pactada y cómo el ejemplo paradigmático de una clase política pusilánime o incluso cobarde, que se sometió a la fuerza y las condiciones impuestas por el general Pinochet y la Derecha que lo apoyaba.
Esta visión extrema no hace justicia a una frase que hoy parece más vigente que nunca.
“En la medida de lo posible” significa que es mejor avanzar hasta donde se pueda a quedarse inmovilizados esperando conseguir todo lo que se desea. Significa también que no existen los triunfos totales en democracia, que los acuerdos no implican necesariamente un sometimiento, sino una construcción colectiva que puede dar estabilidad a un país. Es una muestra de responsabilidad, porque se prefiere consolidar gradual y concertadamente avances concretos y no prometer idealizaciones irreales e inalcanzables, pero por sobre todo implica valentía, porque hay que ser muy valiente para decir que no se pueden cumplir todos los deseos de la gente; que no es posible conseguirlo todo.
En un momento en que los chilenos están secuestrados por extremos políticos que han sido cómplices en mantener prisionera a nuestra sociedad, que se ve enfrentada a una polarización artificial e interesada, quizás lo que nuestro país necesita es una Constitución en la medida de lo posible, una Carta Fundamental que dé cuenta de los acuerdos a los que podemos llegar y no de las aspiraciones maximalistas de uno u otro lado, una Constitución responsable y valiente.