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Editorial

Moneda de cambio

JUEVES, 19 DE ENERO DE 2023
Publicado por

David Pellizzari



Dispuestos frente a frente dos grupos de personajes vestidos de traje oscuro llenan de humo de cigarrillo una habitación sin ventanas… las miradas se cruzan desconfiadas, pero tranquilas, todos saben cómo funciona “el negocio” y, por tanto, tarde o temprano llegarán a un acuerdo.

La conversación ahorra los eufemismos de los convencionalismos sociales, así como lo políticamente correcto… ¿para qué perder tiempo?, se puede hablar claro; si ustedes entregan a “x”, nosotros estamos dispuestos a dejar caer a “y”, y sus “territorios” serán equitativamente distribuidos entre las partes del acuerdo, se escucha decir a uno de los contertulios.

Aunque se trata de rivales, todos saben que se deben mantener equilibrios que permitan a todos una participación del negocio, y saben además que la opacidad de sus actividades resguarda sus verdaderos intereses de miradas incómodas, por lo que el secreto de la conversación está asegurado.

La escena fluye, y pese a que más de alguien levanta la voz o parece amenazar a los adversarios, finalmente “la paz se firma” y los acuerdos se sellan con las formalidades que corresponden entre “caballeros”.

Seguramente el lector se imaginó alguna escena de una película famosa o una serie de alguna plataforma de streeming, sin embargo, es probable que sea mucho más real, y tristemente cercana de lo que cree.

Los acuerdos que permitieron resolver escándalos de corrupción como los sobresueldos o el financiamiento  ilegal de la política tuvieron “monedas de cambio”, “chivos expiatorios” que cargaron con los pecados de muchos, para que todo pudiera seguir funcionando, algunos, entendiendo como necesario lo que debieron vivir, otros quisieron alzar la voz, pero no fueron escuchados, la mayoría de los medios también entiende cómo funciona este “mercado” y lo que significa, mantener “las formas”.

Cuando escuchamos que una acusación constitucional podría servir de moneda de cambio para aprobar o rechazar otra, es decir, se salva a alguien para condenar a otro, o cuando las diferencias ideológicas se desdibujan para conseguir objetivos tácticos de corto alcance, llegamos a comprender el nivel de enajenación de nuestra clase política, encerrada en una habitación sin ventanas en la que todo puede ser moneda de cambio, y lo que eso ha significado en su aprobación ciudadana.


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