Se que usted ya reconoció que el título de estas líneas, es parte de la canción “Años” de Pablo Milanés.
Si bien no coincido plenamente con todos los poéticos contenidos de la mencionada balada, debo decirles que a lo menos su título me identifica plenamente, estoy poniéndome viejo y el tiempo continúa pasando sin que nada de lo que haga me permita detenerlo o retardarlo.
Pero debo ser honesto, esas dos condicionantes no constituyen problema para mí, ya que tengo conciencia plena que es algo contra lo que no puedo luchar.
Por otra parte, descubrí que el paso de los años me ha dado enormes regalos, todos espirituales por cierto, que si bien no son aportes económicos, se convierten en algo de valor intangible e incalculable.
Por supuesto que el principal es la familia, algo de tal magnitud e importancia que merece un tratamiento especial, por lo que guardaré el tema para otra ocasión.
Uno de los fenómenos que implica el aumento de los años, es que las amistades envejecen junto a uno, pero aunque no se crea, es solo en relación a las exterioridades propias del ser humano, que van transformando paulatinamente nuestros cuerpos a una condición especial y única, llamada simplemente vejez.
Pero, cosa extraña, los sentimientos y las características humanas no envejecen, el espíritu, o como usted quiera llamarlo; ánimo, brío, aliento, soplo o hálito, permanece joven, transmitiendo con mayor calidez, los mismos valores y principios que nos acompañaron a lo largo del transitar por la vida.
Ahora, cuando me siento en una mesa con un viejo y querido amigo, descubro porqué he mantenido esa amistad por tanto tiempo y agradezco sin mencionárselo, su presencia y alegría.
Atrás quedaron las urgencias que no lo eran, las dificultades que parecían, sin serlo, transcendentes, los efímeros logros con los que tratábamos de ser exitosos, sin darnos cuenta que solo eran pasajeros y mil ejemplos más que con el paso del tiempo, he ido entendiendo y dándole su real y limitado valor.
Lo que debíamos hacer ya lo hicimos, bien o mal ya está hecho y por mucho que nos arrepintamos es imposible de borrar.
Lo que nos queda es solamente la tranquilidad de haber hecho todo lo que podíamos en beneficio de nuestro entorno, en especial de la familia, ahora a disfrutar de las cosas simples de la vida, dejando que el tiempo pase, ya que sí o sí, nos vamos poniendo viejos.