“Algo huele mal en Dinamarca” es una de las frases más famosas de Hamlet. Algo similar podríamos decir de nuestro país en estos días: “algo huele mal en Chile”. La vida social se ha vuelto cansina y tediosa. Estamos viviendo en una atmósfera lúgubre y sombría. Se percibe un cierto agotamiento social por el modo en el que nos estamos relacionando.
Es como si hubiésemos extraviado la alegría y desconociéramos dónde recuperarla. Nos ha ido asfixiando, hasta dejarnos sin aliento, eso de que el éxito consiste en acumular bienes materiales y placer. Nos desvivimos por acumular felicidades pasajeras, que tras conquistarlas nos abandonan, dejándonos de nuevo con una desesperante ansiedad y soledad. Y así, en un loop sinfín, vivimos solo de expectativas: renovar el auto, el viaje a Europa, entradas vip del cantante de turno o la próxima competencia de running, pero nos olvidamos de vivir, transformando nuestra existencia en una tragedia.
La vida agitada por lograr el éxito nos agobia y nos aísla. Es la esclavitud moderna, donde las antiguas cadenas son reemplazadas por audífonos, y el verdugo es un algoritmo. Si los esclavos de antes estaban condenados a picar piedras, los de ahora lo están a deslizar el dedo pulgar por una pantalla una y otra vez sin levantar su cabeza, agregándoles la crueldad de hacerles creer que en una notificación llegará la buena noticia que los sacará de la desazón, lo cual nunca ocurrirá.
Estamos entrampados en un laberinto sin salida: queremos vivir de un modo distinto, pero sin renunciar a nuestros lujos burgueses. Queremos libertad sin dejar aquello que nos ata. ¿Por dónde partir? Volviendo a un modo de vida simple y sencillo; contentándonos con vivir con aquello que tenemos. ¿Cómo hacerlo? Recordando lo que somos. Para esto nos puede servir mirar a los pueblos originarios, pero no de la forma en como el neomaterialismo progresista los ha utilizado políticamente para sus fines, sino aprendiendo de su sabiduría. Ellos utilizan el concepto del “buen vivir”, bajo el cual podemos encontrar nuevas formas de relacionarnos armónicamente con nosotros mismos, los demás y la naturaleza.