La humanidad ha visto desde siempre la continua lucha del materialismo y del espiritualismo, en una condición para muchos excluyente, donde se pretende que uno de los dos se imponga, cuando en realidad, de hecho en la práctica han coexistido.
No pretendemos en estas líneas referirnos al sentido filosófico que ambas expresiones poseen, por cuanto quien escribe estas líneas no es experto en dicho tema, por lo que solo nos abocaremos a la actitud que sobre ellas se tenga.
En el primer caso la persona da excesivo valor a lo material, mientras que en el segundo hay una predisposición o inclinación hacia lo que se considera propio del espíritu.
Es evidente que los tiempos actuales inclinan a muchos hacia el materialismo, lo vemos a diario en expresiones puntuales, en una amplia gama de actitudes.
Autos y ropa de marca son algunos de sus ejemplos, donde quienes los lucen se sienten bien consigo mismo, lo cual es positivo si con ello refuerzan su autoestima. Pero deja de serlo cuando es usado para arrogarse cierta superioridad hacia quien no tiene dicha costumbre.
Es evidente que el materialismo está muchas veces ligado al consumismo, obligando a quien se siente atraído a él, a gastar parte de sus ingresos en satisfacerlo, llegando incluso a endeudarse peligrosamente, como lo indican las estadísticas.
El espiritualista por convicción tiene su mente puesta en otras prioridades para él importantes, valorándolas en ocasiones en tal grado, que olvida las necesidades materiales propias, e incluso de su grupo cercano del cual es responsable.
Desde el punto de vista de su acción dentro del mundo real, uno no puede subsistir sin el otro, ya que mientras el primero desarrolla actividades económicamente productivas, que cooperan al desarrollo, el otro está pensando en cómo lograr diseñar una sociedad ideal.
Entonces al llegar a dicho punto los dos pasan a ser complementarios, necesitandose mutuamente para poder estructurar el futuro hacia el cual avanzan, junto a la sociedad de la que son parte.
Todo lo anterior debería servir también para entender que en el mundo actual, las visiones particulares en la más amplia gama del pensamiento y de la acción humana, deben tender a complementarse con otras, eso al menos deberíamos haber aprendido de la historia de la humanidad.
El futuro depende de la capacidad que tengamos de comprender las particulares visiones del resto, contrastándolas con las propias, en busca de complementarlas, aspecto básico en la construcción del mañana.