Después de los serios incidentes de la semana recién pasada, que terminaron con el cierre del hogar Catalina Kentenich que sostenía la fundación María Ayuda en Rancagua, se desató una crisis política en la región, en la que incluso parlamentarios de gobierno terminaron exigiendo la salida de la directora regional del Sename, el alcalde de la capital regional ofreciendo arrendar un nuevo espacio para el hogar, y los medios de comunicación cubriendo con morbo profusamente la tragedia social de fondo.
Horas después del desalojo del hogar ocurrido la noche del lunes, familiares de los menores internos, y que habían sido reubicados en otros centros, o estaban a la espera de ello en dependencias policiales, peregrinaban por distintas dependencias gubernamentales buscando información de sus hijos, sobrinos o nietos, porque nadie les decía dónde estaban.
Sobrecoge el dolor de familiares ante la incertidumbre, sin embargo, no podemos olvidar que los menores están internados en hogares como el de María Ayuda en Rancagua, porque un Tribunal determinó que no podían seguir con sus familias, y, entonces, debemos reflexionar sobre el verdadero drama de esta triste crónica, el de los menores y su futuro.
Son constantemente desarraigados, se rompen los ya frágiles vínculos que un menor puede haber construido, sufren la revictimización una y otra vez, son niños y niñas que han sufrido abusos y carencias, y, sin embargo, seguimos teniendo que informar casos como el de Rancagua, con mucha más frecuencia de la que quisiéramos.
Nos preguntamos cómo afecta a los menores un proceso tan traumático como el de la última semana, y conversamos con Carolina Campos, psicóloga clínica con amplia experiencia en programas colaboradores del Sename. “Los niños y niñas que pasan por estos programas y hogares, tienen problemas de vinculación, de apego, y el sistema los abusa sistemáticamente al vulnerar ese proceso de vinculación, los menores pasan por una rotativa de equipos psicológicos, cambios constantes en el personal o, incluso, son trasladados de hogar. Y si le sumas que ya traen carencias de vinculación e historias de abandono, los dejas sin figuras significativas y sin apego en su desarrollo”, señala la profesional como primera aproximación al tema.
Para la psicóloga este es el principal riesgo de estos episodios; “Después tendremos niños y jóvenes que solo tendrán formas de vinculación muy arcaicas, muy desde la demanda básica, sin compromiso empático ¿por qué yo me voy a preocupar de otros si nadie se ha preocupado jamás de mi? será su reflejo primario”.
Campos agregó que los sucesos de la semana pasada “pueden causar un gran daño en el desarrollo de esos menores, ellos están encerrados como si hubieran hecho algo malo, como si estuvieran cumpliendo una condena”.
Respecto a la decisión de reubicarlos, la profesional estima que “es lo peor que pudieron haber hecho, debió intervenirse el lugar para mantenerlos en ese espacio, así como potenciar las personas significativas para ellos en ese hogar”.
“Estamos generando adultos con un enorme resentimiento contra la sociedad», concluyó la psicóloga.