Vivimos tiempos de buitres. Vuelan en el toque de queda, con sus
negras alas pestilentes, beben y se drogan en la calle, celebran fiestas
clandestinas, en vez que permanecer en sus nidos, como se les pide.
Graznan, estridentemente, criticando todo, incluso las más nobles intenciones, usando especialmente las alcantarillas sociales. Picotean la miseria, obtienen alimentos de ella, mienten descaradamente, sin escrúpulos. Estiran sus repulsivos pescuezos, para observar la paja en el ojo ajeno, ignorando el tronco en el suyo, solazándose en buscar resquicios donde destrozar al prójimo, y de no perderse foto alguna. Sus garras sucias no se cansan de recibir carroñas abandonadas, de valerse de la llamada “astucia criolla”, de conseguir todas las ventajas, de robar sin complejos, no saben ganar nada con su esfuerzo.
Sus ojos saben leer la letra chica y abusar de ella. En sus picos se desliza el alcohol, las drogas, la maldad más pura y perfecta. El latido de sus corazones lo hace al compás de la envidia, del afán de figuración, del exhibicionismo, de llamar la atención a como dé lugar. Defecan sus propios nidos, para obtener migajas de reconocimiento o de elogios baratos, el deber de ingratitud es su mayor compromiso.
Los buitres se humillan con el fuerte y abusan con el débil. Desprecian el conocimiento, la sabiduría, para ellos da lo mismo “un burro que un gran profesor”, no es necesario saber, eso es para giles, basta con la viveza. En bandadas, se enloquecen, roban, incendian, destrozan, pobres payasos, convencidos que son águilas o cóndores. Curiosamente, los cazadores llamados a dispersar a los buitres, duermen a la sombra de sus ilusiones perdidas, con sus cabezas defecadas y sin sus pantalones, y sus escopetas se enmohecen en la yerba.
Cuidado, hermanos, hermanas, estamos solos, a protegerse, vivimos tiempos de
buitres…
Mario Barrientos Ossa.
Abogado.
Magister en Derecho U. de Ch.






