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Manuel González Pavez: El hombre que volvió del corazón de la tierra


Chile despide a un héroe silencioso que enseñó al mundo el valor de la esperanza.

LUNES, 2 DE JUNIO DE 2025
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Publicado por

Belén Navia



Este domingo, con profundo pesar, se confirmó el fallecimiento de Manuel González Pavez, histórico brigadista de Codelco y el primer rescatista en descender al fondo de la mina San José en octubre de 2010, cuando 33 mineros permanecían atrapados bajo más de 600 metros de roca. Su partida enluta no sólo a su familia y compañeros de faena, sino a todo un país que lo vio convertirse en símbolo de valentía, templanza y humanidad.

A las 00:10 de la madrugada del 13 de octubre de ese año, Manuel se ajustó el casco, respiró hondo y se encerró en la estrecha cápsula Fénix 2. No dudó. Descendió al abismo sabiendo que cada metro que bajaba era un paso más cerca de devolverle la vida a quienes habían sido dados por perdidos. En su pecho, más que herramientas, llevaba la certeza de que nadie queda atrás.

Fue el primero en llegar. Y el último en salir. Veintisiete horas después, emergió como el último hombre en abandonar la mina, luego de haber acompañado, guiado y abrazado a cada uno de los mineros en su ascenso. Cuando salió, lo esperaban abrazos, aplausos y lágrimas.

Detrás del casco, del uniforme naranja y de la imagen internacional que lo convirtió en símbolo de resiliencia, estaba un hombre sencillo. Manuel fue futbolista en O’Higgins de Rancagua en los años 80. Luego se reinventó en el mundo minero, ingresando a División El Teniente, donde dedicó décadas a cuidar la vida de otros. Nunca buscó los focos. Prefería los pasillos de faena, las conversaciones entre turnos, y su amada sala de rescate en la mina Diablo Regimiento, que hoy lleva su nombre.

En entrevistas, hablaba con calma y convicción. Recordaba a los 33 con afecto, admiraba su temple, y decía que lo vivido en San José marcó un antes y un después en su vida. Y en la de todos nosotros.

Sus compañeros lo recuerdan como un hombre íntegro, cálido, siempre dispuesto a enseñar sin esperar nada a cambio. Para su familia, fue un padre y esposo presente, que jamás dejó que la fama eclipsara sus afectos. Para Chile, será siempre el rostro de la esperanza, de ese momento irrepetible en que el país entero se unió por una sola causa: traer de vuelta a casa a sus hijos.

Hoy, Manuel descansa. Pero su legado seguirá vivo cada vez que una brigada se prepare para actuar, cada vez que un rescatista entre a una mina, cada vez que alguien recuerde que incluso en las situaciones más oscuras, siempre hay luz si alguien se atreve a bajar a buscarla.


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