Todo ser viviente tiene a su haber modos y medios de resistir las adversidades, inclusive ataques. Nuestra actual sociedad, y las personas que la integran resisten, resistimos inclemencias, injusticias; es condición propia, inherente de los seres vivos todos. No se puede negar que las actuales circunstancias a nivel mundial son difíciles, complejas. No existe lugar planetario y social exento de problemas, algunos de gran agudeza.
Los ilustres pensadores griegos hace unos cuantos milenios, en sociedades también con y en estados críticos, dijeron que la sociedad debía organizarse políticamente. La Política era solución, es decir, el gobierno de la polis, esto es, de la ciudad, hoy con mayor amplitud, del país. También se instaló la palabra, el concepto, Democracia, literalmente entendido como el gobierno o poder del pueblo ( demos = pueblo; kratos = poder ). Todo, conceptualmente parece muy simple. Pero el asunto no es así.
Las dificultades suman cada día, y la política no resuelve. ¿Qué sucede? ¿Es la política la insuficiente o incompetente? Y, ¿Qué es política o la política? Una acepción genérica aceptada dice de ella que es la ciencia, también el arte y, a la vez que es el modo de proceder en la sociedad en los asuntos públicos. Tener una política es saber: qué hacer, cómo hacer, y para qué hacer en una sociedad. El problema, la situación que no se acusa, que se guarda deliberadamente es que la Política la hacen o ejecutan los llamados ‘políticos’ de carne y hueso, son ellos los que fracasan.
La política ninguna culpa tiene, pero se le injuria, ataca, calumnia y desprecia alevosamente. Son los ineptos humanos, los mediocres e incultos ‘politiqueros’ que se ‘arriman’ a ella para un cargo o algunas sucias prebendas los reales culpables.
En las escuelas todas debiera, debe enseñarse política. Son esas las instituciones encargadas de formar ciudadanos éticamente aptos, honestos, probos, integérrimos. Quienes enseñen han de ser idóneos pedagogos de clara y transparente objetivad. En nuestro microcosmos sociocultural chileno suele hacerse un reiterado error, un intolerante craso error : «Aquí no se habla de política», pero sí háblese de futbolerías, de inútiles farándulas y de otras diversas decadentes zafacocas.
Es deber en aras de la salvación como ciudadanos, asumir la defensa de la política en su justa heroica resistencia.