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Editorial

La danza de los nombres y el silencio de las ideas

MARTES, 28 DE ENERO DE 2025
Publicado por

David Pellizzari



Desde hace semanas, la política nacional se ha llenado de nombres para la próxima elección presidencial y parlamentaria de noviembre. Apellidos nuevos y otros ya conocidos circulan en una especie de coreografía sin dirección aparente: Mulet, Vodanovic, Undurraga, Mirosevic, Kaiser, Matthei, Kast, Tohá, Lagos Weber, Frei Ruiz-Tagle. Pero detrás de esa lista de aspirantes, surge una pregunta clave: ¿Qué representan estas personas para el país?

Más allá de los rostros y apellidos, lo que preocupa es el vacío de ideas. No solo entre quienes recién comienzan a sonar, sino también entre quienes llevan tiempo en la palestra. Las propuestas brillan por su ausencia y el debate público parece girar en torno a la popularidad, la simpatía o la imagen mediática de cada candidato. La pregunta es inevitable: ¿cómo se supone que los ciudadanos elegiremos a nuestro próximo presidente? ¿Por su carisma? ¿Por su capacidad para generar titulares atractivos?

El problema no es nuevo. Desde hace años, hemos sido testigos de campañas enfocadas más en los slogans que en los programas, en los jingles pegajosos más que en soluciones concretas. Y cuando las ideas se mencionan, suelen quedar relegadas a un segundo plano, como un apéndice opcional que apenas tiene peso en la decisión final. Tal vez ahí radica uno de los principales problemas que enfrenta nuestro país: seguimos poniendo la carreta delante de los bueyes, discutiendo nombres antes de siquiera definir qué tipo de sociedad queremos construir.

En este contexto, resulta desalentador pensar que muchos de estos candidatos no buscan representar un proyecto país, sino asegurar espacios de negociación o, en el peor de los casos, repartir cargos entre los suyos. La política, en lugar de ser un ejercicio para construir futuro, se convierte en un juego de poder desprovisto de contenido.

¿Es mucho pedir que en esta carrera presidencial se privilegie el debate de ideas? ¿Qué el país tenga, al menos, una oportunidad de discutir el rumbo que queremos tomar como nación? Ojalá de aquí a noviembre veamos algo más que rostros. Ojalá nos equivoquemos en nuestra desconfianza. Porque si no hay ideas, ¿Qué futuro estamos eligiendo realmente?


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