Convivir con los seres humanos que nos rodean parece cosa fácil, en especial por cuanto lo hacemos a diario y, por ende, se supone que estamos acostumbrados a ello. Pero como sabemos no es verdad, a lo menos no lo es en todos los casos.
Las complejidades de la naturaleza humana están siempre presentes, las envidias, los rencores, la indiferencia, la falta de gentileza en el trato, las calumnias y cientos de otros aspectos, hacen muchas veces imposible una buena convivencia.
Definir cuáles son los orígenes de los comportamientos anteriores es muy difícil de lograr, por cuanto están en el terreno de lo personal.
A lo que se debe sumar que las personas educadas tratarán que dichos sentimientos no sean percibidos por el entorno, con excepción de a quiénes van dirigidos, a los que por supuesto es necesario que el mensaje de enemistad, en cualquiera de las formas anteriores u otras no descritas le llegue, lo que implica manifestarlos de alguna forma.
En la mayoría de las veces quien emite el mensaje piensa, equivocadamente, que solo el destinatario lo nota, sin darse cuenta que normalmente no es así. Ello por cuanto los seres humanos tenemos la sensibilidad necesaria para percibir, no solo lo concreto, sino además los lenguajes corporales, que traslucen sentimientos.
En las conductas anteriores hay, sin duda alguna, ciertos aspectos que constituyen una constante, como por ejemplo los orígenes de la disputa, los que en una parte no menor de los casos no tienen mayor trascendencia, pero la costumbre de “hacer una tormenta en un vaso de agua los aumenta”.
A lo anterior se agrega la incapacidad de ceder, se tenga o no la razón, por ello de “no dar mi brazo a torcer”, porque hacerlo sería una muestra de debilidad.
Sumemos un tercer aspecto, el ego o si prefiere el exceso de autoestima, que nos induce a autoconvencernos de ser superiores al resto.
Se tenga o no la razón en una diferencia entre seres humanos, no hay que perder de vista que existen aspectos que van más allá de quienes ganan o pierden.
Ello porque en la práctica, el entorno también se ve afectado, al crearse un ambiente poco armónico, alejado de la empatía y de las buenas y gratas relaciones entre seres humanos.
Somos entonces los simples observadores, aquellos que “no llevamos vela en el entierro”, las verdaderas víctimas de las desavenencias en nuestro entorno habitual, pagando producto del clima que ello provoca “justos por pecadores”.