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Editorial

Lizett Díaz, Tabita Lizana, Francisco Mora y Raúl Cid

JUEVES, 1 DE FEBRERO DE 2024
Publicado por

David Pellizzari



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Charlotte, la pequeña hija que dejó en este mundo Lizett Díaz, merece crecer con la memoria de que su madre, con nombre y apellido, recibió justicia, y no sólo fue un número más en una fría estadística, que el sistema judicial y quienes investigaron su caso no juzgaron ni discriminaron a su familia por ser pobre.

La Región de O’Higgins ha sido sacudida por la violencia descarnada del crimen organizado, y la cobardía de los femicidios, además de una criminalidad cada día más desafiante.

Los números abruman los sentidos y deberían servir para despertar las conciencias, sin embargo, también son usados para invisivilizar los nombres y las vidas de las víctimas en un cómplice manto de opacidad que intenta minimizar el desgarrador efecto de la violencia en las familias y las personas que más las sufren.

Las familias de Francisco Mora y Raúl Cid, merecen más que declaraciones fulgurantes, merecen más que discursos políticos flagelantes, merecen sentir que otros agricultores y sus familias podrán trabajar y vender sus productos con la libertad y la tranquilidad que sus deudos no tuvieron.

Así también, la familia de Tabita Lizana debe sentir que la valiente servidora pública será honrada con un sistema y un Estado que abandone la indolencia y la autocomplacencia de las millonarias inversiones en seguridad o los anuncios de leyes que no le devolverán la vida, y asuma el compromiso real de proteger la vida de otras mujeres que corren hoy riesgo inminente de ser asesinadas.

Las víctimas anónimas descritas en las páginas de éste y otros medios, no deben pasar desapercibidas sólo porque no conocemos sus nombres, que en algunos casos no han sido revelados, por petición de sus familias o por las necesidades de las investigaciones policiales o judiciales, el respeto a su privacidad o al éxito de una investigación no puede significar que sean sólo parte de una estadística más, de esas que profusamente citan la clase política para parecer muy preocupado por un tema. También merecen pertenecer a la memoria colectiva de un país y de una región, que deben también esforzarse porque sus muertes no sólo no queden impunes, sino que no sean en vano, y a partir del dolor de sus familias, logremos la unidad para enfrentar de raíz la violencia que ocasionó sus muertes.

Lizett Díaz.

Tabita Lizana.

Francisco Mora.

Raúl Cid.

O’Higgins recordará sus nombres.


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