En las escaleras del edificio del Congreso Nacional en Santiago, un joven se sienta incrédulo ante el espectáculo dantesco que tiene en frente. Otros jóvenes se enfrentan a balazos justo en frente del máximo icono de la democracia chilena. ¿Qué pasó?, ¿Cómo llegamos a esto? Parece preguntarse este anónimo representante de una generación truncada y traumada.
Este episodio, que para las nuevas generaciones puede parecer salido de un guion de una serie de alguna plataforma de streaming, no se vivió sólo en la capital, sino en todo el país, incluida la Región de O’Higgins.
La violencia política que se instaló en la calles de un convulsionado Chile no empezó súbitamente. En los años 60 se fue incubando un clima de cancelación ideológica y polarización extrema. Visiones totalitarias e integristas de la vida política y social del país se enfrentaron en una lucha total, Centros de Alumnos, Gremios, Municipios, el Congreso, La Moneda y finalmente la calle, fueron los frentes de una batalla que fue escalando en el uso de las armas, que pasaron, de la dialéctica y las ideas, a la fuerza e incluso a las balas.
Pero, ¿Cómo se gestó ese proceso? A partir de la revolución cubana, la guerra fría adquiere un significado distinto en América Latina, su cercanía cultural impacta fuertemente a la izquierdas del continente, y, evidentemente también a la chilena. En ese contexto, el discurso revolucionario adquiere una dimensión cada vez más real, más concreta, y la concepción integral del mundo que inspira a esos movimientos hace que la democracia pierda sentido como instrumento de transformación social, pasando a ser “muy lenta” para las aspiraciones de cambios radicales que informan su ideario. Por otro lado la reacción natural de una Derecha tradicional y anclada en costumbres y tradiciones de largo arraigo en el país, no se hizo esperar, y el enfrentamiento ideológico tuvo lugar en todo ámbito social.
La división ideológica en el país terminó invisibilizando al centro político en un artificial dualismo que no reconoció los límites republicanos que caracterizaron por décadas nuestra democracia. Durante esta etapa, las diferencias ideológicas, económicas y sociales se profundizaron, creando un clima de tensiones extremas que finalmente culminaron con la absoluta rotura de cualquier amistad cívica.
La polarización política en Chile en los años anteriores al golpe militar de 1973 se originó en una combinación de factores históricos, sociales y económicos. La creciente desigualdad económica, la lucha de clases y las disparidades regionales contribuyeron a profundas divisiones en la sociedad chilena. Además, las diferencias ideológicas en torno al papel del Estado, la propiedad de los recursos naturales y el sistema político generan agudas confrontaciones entre fuerzas políticas opuestas.
Cronología de una polarización creciente
Luego de la revolución cubana, la crisis de los misiles, y la globalización de la guerra fría, nuestra política también fue adquiriendo un carácter binario, tanto en el discurso como en la acción.
Hacia finales del gobierno del Presidente Jorge Alessandri Rodríguez, en una elección complementaria realizada el 15 de marzo del año 1964, para elegir representante del departamento de Curicó y Mataquito, resultando electo el socialista Óscar Naranjo Arias, derrotando al candidato del Partido Demócrata Cristiano y al del Partido Conservador (apoyado por el Partido Radical). El mal desempeño de la alianza conservadora-radical desencadenó una crisis en la candidatura presidencial de ese conglomerado, que encabezaba el radical Julio Durán Neuman, y que terminó por volcar el voto de Derecha hacia la candidatura del DC Eduardo Frei Montalva, quien a la postre resultaría electo y la virtual desaparición de la Derecha tradicional en las elecciones parlamentarias de ese año.
La plataforma política de Frei prometía reformas sociales y económicas, lo que generó esperanzas en amplios sectores de la sociedad, y terminó por radicalizar las diferencias entre quienes creían en la necesidad de cambios profundos en nuestra sociedad y quienes veían esas transformaciones como amenazas a nuestras tradiciones e identidad nacional, así como Derechos básicos.
Eduardo Frei implementó reformas importantes, como la reforma agraria y la nacionalización del cobre. Estas generaron tensiones con sectores conservadores y económicos.
En 1968, el Partido Socialista chileno declaró legítima la vía armada para instaurar el gobierno del proletariado en nuestro país y cambió completamente las reglas del juego político.
Estas diferencias explotaron en la elección presidencial de 1970 marcando una radicalización profunda de nuestro sistema político, sus propuestas y acciones incluyendo la nacionalización de industrias clave y la profundización de la reforma agraria agudizaron los conflictos con sectores empresariales y agrícolas y generaron un clima de conflicto generalizado en la sociedad.
En la elección parlamentaria de 1973, los bloques se consolidan electoralmente en la Unidad Popular, que agrupaba a la Izquierda y los partidarios del gobierno del Presidente Allende y la Confederación Democrática, que aglutinaba a la oposición, desde la Democracia Cristiana hasta la Derecha tradicional. La campaña electoral de esa elección representó empíricamente la polarización extrema que vivía el país entre dos visiones o modelos irreconciliables, y fue el corolario del enfrentamiento ideológico que dividía la sociedad chilena.
El rol de la prensa
Los medios de comunicación jugaron un papel crucial en la polarización política, con periódicos y estaciones de radio alineados con las distintas posturas ideológicas. La prensa y los medios terminaron siendo funcionales a los intereses de los extremos ideológicos y, en términos prácticos renunciaron (muchos de ellos) a su rol de informar objetivamente a la población. Los discursos sectarios y de odio se normalizaron entre los actores políticos y sociales, pero también en las líneas editoriales de los medios lo que fue profundizando el quiebre social.
Escalamiento del conflicto social
Durante el gobierno de Salvador Allende, Chile se enfrentó a una crisis económica caracterizada por la inflación y la escasez de productos básicos lo que acentuó las tensiones sociales y políticas, en este contexto, la polarización política aumentó a medida que los partidarios y opositores de Allende se enfrentaban en protestas y manifestaciones callejeras y se fueron configurando dos bloques claramente divididos. Estas movilizaciones a menudo derivaron en enfrentamientos violentos, profundizando aún más las divisiones y debilitando la estabilidad social.
En Octubre de 1972 organizaciones empresariales y sectores de la oposición convocaron a un paro nacional como forma de protesta contra las políticas económicas y sociales del gobierno del Presidente Allende. El paro literalmente paralizó la economía y evidenció la profunda división entre los diferentes sectores de la sociedad.
La política de expropiación de tierras y su redistribución fue una de las medidas más controversiales del gobierno de la Unidad Popular y los enfrentamientos que se generaron en su implementación, entre aquellos que apoyan estas políticas y los propietarios afectados ilustran cómo las divisiones ideológicas se manifiestan en la esfera económica.
En julio de 1973, la MUD (Movimiento de Unidad Democrática) organizó una marcha masiva en protesta contra el gobierno. La marcha reflejó la consolidación de la oposición y su descontento con las políticas implementadas, al tiempo que exacerbó las tensiones con los simpatizantes del gobierno.
Inestabilidad Institucional y Militarización
La polarización extrema condujo a un punto muerto en las negociaciones parlamentarias, esa incapacidad de los actores políticos para llegar a acuerdos y resolver conflictos de manera pacífica llevó a una creciente inestabilidad institucional. Lo que sumado a los enfrentamientos callejeros entre grupos políticos y las huelgas sectoriales, que se volvieron comunes, debilitaron, o incluso casi impidieron la gobernabilidad. En este contexto, las fuerzas armadas comenzaron a desempeñar un papel cada vez más protagónico en la política nacional, erosionando la separación de poderes y debilitando la confianza en las instituciones democráticas, siendo crecientemente incorporadas al gabinete presidencial y a la toma de decisiones políticas por el Presidente Salvador Allende.
Intervención Extranjera
La polarización y la inestabilidad interna fueron agravadas por la intervención de potencias extranjeras en los asuntos chilenos. La Guerra Fría convirtió a Chile en un campo de batalla ideológico entre los Estados Unidos y la Unión Soviética y los modelos sociales, políticos y económicos que representaban. Los temores de que Chile se convierta en un modelo exitoso de socialismo democrático en América Latina llevaron a la administración estadounidense a apoyar acciones encaminadas a desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular, que, a su vez, llamaba “hermano mayor” a la URSS, que intentaba instalar en América un modelo socialista alternativo a la vía revolucionaria clásica.