Solo hasta hoy, por ley, se puede hacer campaña propagandística para la elección del próximo 7 de mayo. Hasta ahora, hay incertidumbre respecto del proceso mismo y prima la sensación de que la gente tiene poco interés en el mismo, o al menos desconocimiento de quiénes son los candidatos y qué representan.
En televisión hemos visto muchos postulantes a alguno de esos 50 cupos de quienes escribirán la propuesta de nueva Constitución, bajo un marco dado por una comisión de expertos, algo que no existió en el primer intento y que, tal como tuvo una abrumadora partida, la votación de rechazo en la salida fue igualmente demoledora.
En los debates de las últimas semanas hemos visto posiciones irrenunciables de parte de algunos sectores en ambos lados del espectro político. Unos dicen que dejarían la Carta Fundamental tal como está y que participan para no dejar terreno a quienes querían una refundación del país. Estos últimos mantienen sus ideas, pero se sienten en una camisa de fuerza bajo los nuevos parámetros dados para este nuevo proceso.
Es decir, se mantienen sectores necios y quienes pretenden convencerlos de que sus propias posturas son las correctas y, finalmente, ninguno se escucha. Más parece que en vez de tener que escribir un texto constitucional, se preparan para una batalla ideológica. Lamentablemente, esto sucede en muchas instancias de la vida porque al fin y al cabo, somos humanos y en este caso específico, animales políticos. Eso me hizo recordar una enseñanza que aprendí de pequeño y que trata de la fábula del burro y el tigre. No es del caso relatarla en este limitado espacio, pero sí invitar a leerla. Es menester señalar, que el consenso, el criterio y la buena disposición a lograr un buen resultado, debiera ser el norte que mueva en este caso a los consejeros constitucionales. Y, obviamente, que lo mismo ocurra con quienes vayan el domingo a votar. Recuerde que el voto es obligatorio.