Cuantas veces nos han acusado de tener actitudes quijotescas, buscando quien nos imputa ello, ayudarnos a entender que lo que pretendemos lograr es una locura.
Claro está, que en otras ocasiones, quien nos acusa busca desprestigiarnos, tratando de hacernos daño, asociándonos al caballero de la triste figura.
Pero en el fondo, la intencionalidad de uno y del otro da lo mismo, ya que lo importante es lo que hacemos y que motiva nuestras acciones.
Para enfrentar la acusación de ser quijotes, deberíamos descubrir si los rasgos de la personalidad del personaje de Cervantes son similares a los nuestros.
Se sabe que era un hombre terco, valiente ante cualquier riesgo y de convicciones y opiniones firmes, acusándosele además de ser algo desquiciado, punto sobre el cual solo es bueno dejar constancia que; “De genio y de loco todos tenemos un poco”.
Pero dentro de ese estado de enajenación mental, don Quijote demuestra profundos pensamientos, ciertamente muy sensatos, pese a caminar siempre por el filo que separa la lucidez, de la locura.
Ahora bien, su rasgo característico no es en sí misma la demencia, sino que su grandeza idealista, que lo hace enfrentar los más duros sacrificios e inmensos riesgos, solo por considerar que la causa que defiende es justa.
Talvez en los hechos no llegue a ningún resultado con sus actos, pero de alguna forma transmite a su entorno sus convicciones y sus valores caballerescos.
Podemos burlarnos de don Quijote, denostándolo por sus extravagancias y locuras, pero jamás podríamos reírnos de su pureza de corazón, ni menos de sus buenas intenciones.
Ante su mirada un tanto afiebrada, desfila un mundo que a su juicio requiere de su presencia y de su lucha, personal e inclaudicable, no importando sacrificios, ni menos las consecuencias que para él podrían ser negativas.
En este mundo agobiante, en especial en términos de las conductas delictuales que cada día observamos en nuestro entorno, como quisiéramos que aumentaran los quijotes y disminuyeran los malos, para vivir en un mundo mejor.
Definitivamente y sin temor a equivocarme, prefiero ser un Quijote, ya que sospecho que dicha decisión, es seguida por más personas que las que en apariencia demuestran afinidad con Alonso Quijano.
Me quedo finalmente con este pensamiento quijotesco; “Amar la pureza sin par, buscar la verdad del error, vivir con los brazos abiertos y creer en un mundo mejor”.