El orden de sucesión es la secuencia de los miembros de la Familia Real que pueden acceder el trono como nuevo monarca del Reino Unido y de los 15 países de la Mancomunidad Británica, entre los cuales están Canadá, Australia y Nueva Zelandia.
La base para la sucesión se determinó en los desarrollos constitucionales del siglo XVII, que culminaron en la Declaración de Derechos (1689) y la Ley de Establecimiento (1701).
Esto se estableció después de que Jaime II huyó del país en 1688, ya que el parlamento sostuvo que había «abdicado del gobierno» y que el trono estaba vacante. Luego se ofreció el trono, no al hijo pequeño de James, sino a su hija María y su esposo Guillermo de Orange, como gobernantes conjuntos.
Fue debido a lo anterior que el soberano gobierna a través del Parlamento, y la sucesión al trono puede ser regulada por este, lo que significa que un futuro rey o reina puede ser privado de su título por desgobierno.
El parlamento estableció que el rey debe estar en comunión con la Iglesia Anglicana y debe jurar preservar la fe en Inglaterra y Escocia, además, debe prometer defender la sucesión protestante. Es debido a lo anterior que ningún católico romano puede asumir el trono
En 2013 fueron modificadas las disposiciones de la Declaración de derechos y la Ley de asentamiento, en la Ley de sucesión, para poner fin al sistema de primogenitura masculina, permitiendo asumir el reinado a una mujer o al hijo menor.
Esta ley se aplica a los nacidos después del 28 de octubre de 2011, y también puso fin a las disposiciones para quienes se casan con católicos romanos, permitiéndoles seguir en la línea de sucesión. Los cambios entraron en vigor en los dieciséis Reinos en marzo de 2015.