Teniendo como es lógico una gran importancia, ha sido una temática de permanente análisis de filósofos y humanistas en general, que han tratado, no solo de definirla, sino además, se han preocupado de encontrar los caminos que posibiliten llegar a ella.
En sí misma es, según lo señala el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, un estado de grata satisfacción espiritual y física.
Si nos basamos en lo anterior, pareciera fácil entenderla y no requeriría de mayor análisis, siempre y cuando, por supuesto, no le adicionemos otros aspectos íntimamente relacionados con ella.
Se consigue, según muchos expertos, al convivir con otras personas, al disfrutar de ciertas situaciones o mediante objetos que producen satisfacción.
Entonces, vemos por una parte, que las relaciones humanas nos ayudan a ser felices, implicando dentro de ellas el amor y la amistad, de las que tanto disfrutamos, mientras que por otra, se evidencia que lo material también ayuda a obtenerla.
El último punto es complejo, ya que disponer de objetos materiales implica desgraciadamente, la más de las veces, de recursos monetarios que permitan obtenerlos, requiriéndose de factores exógenos a la persona, como la adecuada economía del país y disponer de trabajo remunerado, solo por citar algunos ejemplos.
En México, país al cual me siento íntimamente unido, dicen que el dinero no produce la felicidad, pero te deja a una cuadra.
Se puede o no estar de acuerdo con lo anterior, pero es un hecho indiscutible que disponer de recursos monetarios ayuda a satisfacer necesidades básicas, como también obtener medios materiales que contribuyan a la felicidad del ser humano
Es deber por tanto de todos los que habitamos este querido país, el contribuir para que las condiciones económicas estén en constante mejora, lo que se logra por supuesto, trabajando y esforzándose, ya que no hay otra receta.
Pero subyacente a lo anterior, está el riesgo inminente que la obtención de bienes físicos se convierta en materialismo extremo, sintiendo satisfacción no por el bienestar que ellos me originan, sino por el simple hecho de tenerlos.
Finalmente, para que exista felicidad, se debe tener presente que se requiere de una ausencia de inconvenientes y problemas, algo difícil de lograr dadas las características de la vida, de hecho, se podría decir que las dificultades forman parte de un estado de normalidad, por lo que siempre hay que enfrentarse a ellas.