Hace unas semanas tuve la suerte de ver la película chilena El Agente Topo, en la cual se sigue la historia de Sergio, un hombre de 83 años que se infiltra en un hogar geriátrico para investigar de incógnito las condiciones de vida dentro del lugar, pero se encuentra con otras historias que derivan su misión hacia lugares insospechados.
Durante el documental van apareciendo distintas situaciones que nos muestran la verdadera realidad de muchos adultos mayores en Chile, que no necesariamente viven en hogares o casas de reposo. En casi todos los personajes predomina un factor común: la soledad.
Esta soledad que es muy común en la tercera edad, probablemente por las limitaciones de movilidad y las restricciones sanitarias, ha sido más radical en los últimos 12 meses. A esto se suma la prohibición de visitas familiares a los Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM), el cierre de los Centros Día, la cancelación de actividades de prevención de salud dirigidas a personas mayores y de reunión en todos los clubes para estos grupos en el país.
Esto no es todo, una vez levantadas las restricciones, en algunos casos se puede presentar miedo a salir, a estar con más personas y a recuperar la rutina. Esto acompañado de temblor y palpitaciones, cuadro que se conoce como Síndrome de la Cabaña. Y si no se aborda a tiempo puede traer grandes perjuicios físicos y mentales.
Un estudio realizado en conjunto por el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reveló que las personas mayores de 70 años presentan las tasas más altas de suicidio en Chile. El sondeo, que recopiló datos de muertes entre 2012 y 2015, evidenció que los casos de suicidios son liderados por los mayores de 80 años, con una tasa que llega a los 17,7 por cada 100 mil habitantes. Y que el segmento etario que le sigue en la lista es el de personas entre los 70 y 79 años, con una tasa de 15,4, más de cinco puntos por sobre el promedio nacional, que es de 10,2.
Como sociedad tenemos el gran desafío de cuidar, proteger y hacernos cargo de nuestros adultos mayores. Hoy los mayores de 65 años representan el 12% de los chilenos, en 30 años más seremos casi un cuarto de la población.
Si no queremos más historias como las de Berta, Zoila, Petronila y Rubira, no sólo debemos mejorar las políticas públicas destinadas a este grupo etario, sino también preguntarnos si a nivel personal estamos tratando a nuestros padres y abuelos con el cariño, respeto y dedicación que ellos nos dieron mientras fuimos niños que necesitaban amor y cuidado.